Poeta. Verbos por dentelladas es su segundo libro de poemas. La cartagenera se ha atrevido a desnudarse de nuevo a través de los versos para configurar un libro que se ha construido durante varios años y en el que cada verso es un trozo de su biografía. Con él, la poeta reafirma su opción vital: la literatura y el arte como alimento indispensable, como forma de vida.
Lleva los mismo pendientes con los que posa como única prenda en la portada de su libro. Son sus favoritos. Ante algunas preguntas sonríe; en otras mantiene el rictus serio de quien está hablando desde una hondura genuina. Verbos por dentelladas (Ravenswood Books, 2016) es el segundo libro de la poeta cartagenera Noelia Illán. En él, la joven escritora sigue caminando por senderos de belleza, arte, sexo, asfalto y contemplación.
-¿Las dentelladas son una actitud de ataque o una posición de defensa?
-El título sale de una canción de La cabra mecánica. Es una imagen que me gusta mucho: cambiar palabras por bocados. De hecho, mi primer libro empezaba diciendo ‘quieto, ni te muevas, ahora muerdo yo’. La dentellada, el bocado, el mordisco, el arañazo… son imágenes que siempre me han gustado mucho.
-¿Por qué ese título?
– He optado por él porque creo que en este libro hay más crítica que en el anterior, que era más personal. El libro comienza con una parte que se llama Los puntos cardinales, que es de viajes y sirve para que el lector salga fuera para después, hacia el final del libro, poder ver mejor la actitud crítica.
-Después de dos libros, ¿ya ha encontrado su voz poética?
-No, yo no. De hecho, Verbos por dentelladas no tiene nada que ver con el anterior ni sigue en la misma línea. No hay por mi parte una intención en buscar un tono o una forma de contar. Cuando configuré este libro seleccioné en base a un tono concreto de entre todos los poemas que tenía, pero escribo cosas muy distintas: poemas cortos, otros más largos,…
-Una voz heterogénea que nace de todas sus influencias: música, películas, lecturas…
-¡Claro! El libro está lleno de referencias al cine y a la música porque lo concibo como lo mismo. Al final, no creo que sea distinto leer un poemario de Luis Alberto de Cuenca a escuchar a La cabra mecánica.
-Mucha gente, por el contrario, sitúa la poesía en un lugar más elevado que el resto de las artes.
-A ver, es cierto que una canción no es meramente poesía. Pero en la música, en una canción de Bunbury o de La cabra mecánica, hay poesía, aunque tal vez no poesía con mayúscula. Ese sería el matiz. Obviamente, para mí la poesía es escrita. No me gustan ni los recitales.
-¿No?
-Me gusta mucho cómo recitan José María Álvarez, Luis Alberto de Cuenca o Antonio Colinas, pero con el tercer poema de cualquier otro poeta desconecto. Que no se ofenda nadie: ¡me aburro hasta de escucharme a mí misma!
–Verbos por dentelladas no contiene poemas recién acabados.
-El más joven, que se llama Lunaticamente, es de septiembre de 2013.
-¿Qué tiene que tener un poema para sobrevivir al tiempo?
-En mi caso es necesario que no me avergüence. Que cuando lo lea vea que es ‘fumable’.
-¿Cuándo acaba un poema?
-La palabra correcta es sentir. No lo sabes nunca, pero de repente lo lees y sientes que está acabado. En este libro hay poemas que son del año 2000, que es cuando empecé la carrera. Los escribes, les das una vuelta, algunos los tocas y otros no… Pero, de repente, sientes que está y lo dejas. Si hay un libro que explique cuándo se acaban los poemas, que me lo digan para ir a comprarlo.
-Usted ha dicho en ocasiones que no es poeta.
– Es ‘postureo’ total (ríe). Realmente, creo que hay muchas definiciones de poeta: un poeta de oficio, que se sienta a escribir todas las mañanas y hace libros cojonudos o no; el poeta que escribe porque le sale y no le encuentra explicación y luego está el poeta que no ha escrito un puto verso. Yo conozco a muchos poetas que no han escrito en su vida. No han escrito o no han publicado, que para el caso es lo mismo.
-¿Cómo se puede ser poeta sin escribir?
-Yo veo poesía por el mundo y no creo que todo el mundo vea lo mismo. Ese poeta que no ha escrito un verso es capaz de ver actos poéticos en el día a día. En ese sentido, yo sí me considero poeta. Por eso, ni significa que una persona que no haya publicado nada en su vida sea menos poeta que otra que ha publicado veinte libros. Poesía viene del verbo griego poiéo, que significa hacer, es decir, la obra de un autor. Y ellos no distinguían entre verso y prosa. Yo voy más allá y añado también el cine, la música, la escultura… He sentido poesía paseando por una calle de Budapest o viendo una película de Tarantino. Una película puede expresar mejor la luz que un poema.
-¿Todo es susceptible de ser poesía?
-Diré que no. Supongo que también depende de cada uno. ¿Qué es poesía? ¿Un poema de un niño de segundo de la ESO es poesía? Pues seguramente para él sí. ¿Cualquier ‘poema’ escrito es poesía? Pues a lo mejor no.
-¿Y quién marca el límite?
-¡Ah! ¡Ahí está la cosa! Como digo, si hay un libro donde se explique, que me digan dónde comprarlo.
-¿Uno escribe de sus recuerdos?
-O no. También está la imaginación. No todo lo que escribes tiene que ser real. Se supone que Nabokov escribió Lolita sin haber tenido nunca un desliz con una adolescente. Y si lo lees te llega y te toca, y sientes la pasión que Humbert sentía por la niña. En mi libro también hay poemas sobre cosas que no he vivido. De hecho, hay uno sobre una escena de Lolita.
-¿Qué significa para usted la contemplación?
-Eso es algo que no puedes buscar. Tú no vas por la vida buscando momentos memorables. Sí que es cierto que, en mi caso, por ejemplo en Istanbul soy más susceptible de sentir admiración que en Murcia. No es lo mismo estar en Rialto un 31 de diciembre muerta de frío y que de repente suba la bruma y dejes de ver el canal que estar en el lugar donde vives. Pero nadie se va a una plaza a contemplar para luego hacer poemas, eso es algo que surge, que se te pone de frente.
-Pero sí hay sitios donde la inspiración fluye más.
-Para mí el viajar es muy importante: ves cosas distintas que te llaman la atención. Cuando pruebas una comida, cuando conoces a gente que te invita a tomar un té… Eso, en mi caso, es más susceptible de ser poesía que cuando en Murcia suenan las campanas de la Catedral. La contemplación uno no la busca, aunque hay que estar atento, eso sí.
-Usted disfruta de muchas artes… ¿Por qué entonces la poesía?
-Porque los instrumentos de música eran demasiado caros (ríe). En realidad no lo sé. Empecé a escribir siendo súper cría. Yo comencé escribiendo relatos de terror por mis lecturas de Anne Rice. En la ESO me pasé al relato erótico, que me gustaba muchísimo porque me permitía crear una atmósfera. Y ya, en segundo y tercero, con Machado, Becquer, fue cuando empezó todo. Y, de pronto, con quince años llegué a José María Álvarez y me di cuenta que con un verso se puede expresar muchísimo más que con una página de prosa. ¿Por qué la poesía? No lo sé, supongo que es algo que no se puede explicar. Yo tengo, desde siempre, pasión por la palabra. Por eso soy filóloga.
-¿Su conocimiento del latín y el griego tiene importancia para escribir?
-En Verbos por dentelladas hay muchísimo de la literatura clásica. Desde los líricos griegos hasta los elegíacos romanos. Catulo, Tibulo, Propercio y Ovidio son dioses para mí. Cuando comencé a leer a los elegíacos ya comencé a escribir otras cosas. Creo que esa es una influencia súper evidente en mí. Sin la formación clásica seguramente este libro no sería nada de lo que es. Es un poso inconsciente, que llevas dentro y que al final sale.
-Hay en su libro referencias clásicas, pero también asfalto, noche, alcohol, calle… ¿Cómo hace convivir una cosa con la otra?
-Es que somos todo eso. La literatura clásica está ahí porque somos Homero, no hemos superado lo mismo que sintió él, no hemos cambiado desde el siglo IX antes de Cristo. Con móviles o sin móviles, seguimos siendo exactamente los mismos, pero el espacio ha cambiado: no se puede ignorar que una noche te has pillado una cogorza o que te quedas sin batería en el teléfono y para ti es la tragedia del siglo.
-Y si ya hay quien lo ha dicho y lo ha dicho mejor, ¿por qué gastar el tiempo intentando escribir lo mismo de nuevo?
-Creo que se dice lo mismo de distinta manera. Es como la moda. ¿Por qué sigue habiendo si ya se ha inventado todo? Porque son reinterpretaciones en base a un momento. Hay que seguir escribiendo para seguir disfrutando. A mí me gusta mucho cuando leo un autor moderno y descubro que en el fondo están los clásicos. Y siempre alguien encuentra una manera original y nueva de decir lo mismo.
-¿Qué verso de Verbos por dentelladas sobrevivirá al propio libro?
-Hay cuatro versos que me gustan mucho: Sabed que aquí/en este preciso momento/en este punto exacto de la ciudad/ se vertebra toda mi existencia. Yo diría: sabed que aquí se vertebra toda mi existencia. Creo que ese sería un buen verso.
-Y ahora, en este punto exacto de la ciudad, ¿quién es Noelia Illán?
-Una persona que se ha atrevido a sacar un segundo libro con la única pretensión de que la gente lo lea y disfrute. No quiero fama ni dinero. En lo personal, una mujer que empieza a sentirse a gusto porque con 32 años empieza a conocerse. Ahora no me hace falta decir tan alto cómo soy para sentirme bien. En el primer libro se notaba ese tono más guerrero que ya no me importa mantener.
-En la portada del libro aparece desnuda, ¿ocurre lo mismo con los versos que contiene?
-Totalmente y por eso me daba mucho pudor que saliese. Pero ahí están. Algunas personas me lo leían y me decían que lo sacara. Ahora, al verlo en librerías y pensar que todo el mundo lo puede comprar, sí que me da un poco de pudor. En este libro estoy completamente desnuda por dentro y por fuera.
-Es usted editora de La Galla Ciencia, algo que le permite tomar el pulso a la actualidad poética actual, ¿cómo ve el panorama?
-Estamos en un momento rico desde el punto de vista poético. Creo que es un buen momento para la poesía porque se van explorando nuevos territorios. Las pequeñas editoriales apuestan por nuevas voces y eso también es bueno, aunque económicamente no, por supuesto. Y luego está Internet: no soy una defensora, pero te da una posibilidad de contactar, de comprar libros a los que no podías acceder, hablar con traductores… Eso favorece mucho.
-¿Su mejor verso está escrito o por escribir?
-Por escribir. Aunque tampoco creo que puedo dar mucho más de mí. Desde 2013 sólo he escrito un poema que tiene dos versos y para nada está terminado. Es solo la idea. Es cierto que estos últimos años, con la revista, no me ha dado tiempo para pararme a contemplar. Antes tenía más tiempo para mí.
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