Ser joven no significa no tener un discurso. Sobre todo cuando se posee el genio de alguien como Chema Rodríguez (Córdoba, 1988). Artista plástico, parece sentirse cómodo en los mundos incómodos de la experimentación, que le obligan a exigirse un diálogo con una nada que se empeña en desentrañar.
No hay en la obra de este artista límites en cuanto a formatos, soportes o técnicas: la libertad es el tono que más utiliza dentro de su paleta cromática. Y toda esa exploración para regresar y contar mejor la realidad social en la que vive. Crea porque está en el mundo, y podría estar en el mundo sin crear. Estas son sus coordenadas:
-Un epitafio.
Estaba en el momento y en el lugar adecuado.
-El más grande defecto.
La inconsciencia.
-El lugar donde has sido feliz.
El patio de mi casa.
-Lo que da más miedo.
El futuro. -no siendo el miedo algo necesariamente malo-.
-La última atrocidad.
Aún no la he cometido.
-Qué no te da pena.
Sentir tristeza. Es el preámbulo de la búsqueda de la felicidad nuevamente.
-Un enemigo.
Yo mismo.
-Alquien a quien admirar.
A María Rosa Aranega.
-El título de tu biografía.
“Hable usted más alto”
-Último libro que cerraste a medio.
Idearium Español – Angel Ganivet.
-¿Pasado, presente o futuro?
Presente del subjuntivo.
-La última voluntad.
Ojalá no me de tiempo a redactarla.
-Un libro.
Un desierto de seda (Trilogía del Renacimiento) Campos Reina.
-Una película.
Dolor y Gloria, Pedro Almodóvar.
-Una canción.
Dance of me to the end of love– Cohen.
-Un cuadro.
Doña Purita, Zuloaga.
-Una receta.
Arroz con leche.
*Un inciso: Algunas de estas predilecciones podrían cambiar en los próximos diez minutos.
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Fotografía del artista: José Carlos Parra
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