Conocí a Pablo García Baena cuando ya casi se le asomaba la muerte. Fue en Puente Genil, Córdoba, en los encuentros poéticos que Antonio Roa organiza cada año, y que ya se han convertido en un referente. El poeta arrastraba sus noventa años con la elegancia del silencio. Discreto, casi tímido, homenajeó a su amigo Ricardo Molina en un escenario en el que su pequeña voz se hizo inmensa.
Estos días, García Baena ha estado vivo, palpitando en mi mesita de noche. Como cada vez que vuelvo a sus versos, el escritor cordobés ha susurrado luces de jazmín y Andalucía, clavos encendidos de un Cristo que aparece velado, misterios de amor y libertad.
La antología El nocturno azahar y la melancolía, de Renacimiento, con una inteligente y muy bella introducción de Luis Antonio de Villena, supone un interesante repaso por la obra de García Baena, que presta especial atención a libros como Fieles guirnaldas fugitivas y Antes que el tiempo acabe.
Escribe de Villena: «Pablo es uno de los grandes poetas de nuestra posguerra larga, esa que, pese a tantas grisuras y dificultades, fue en poesía más rica de lo que nosotros queríamos ver de jóvenes. Aunque el brillo de Pablo sí lo vimos. Era una parte, exactamente, del que deseábamos y queríamos. Un poeta de una vez y de una voz, rica, suntuosa, suya, entera».
Aquel hombre breve, anciano que apenas cenó en Puente Genil, abrazado al amparo de María Victoria Atencia, escribió poemas hermosos con la pátina de un dolor que duele muy adentro, muy andaluz y sacro. Textos que se quedan pegados a los ojos cuando, ya muy adentro en la noche, apagas la luz de auxilio y dejas el libro descansar sobre la mesa.
Cándido
Tanto tiempo en silencio, tantos días
juntos sobre el jergón encarnizado,
sobre el ara o caverna de la cama
que altas cortinas, como altivos muros,
defendían de gritos y de música.
Amablemente preso te tenía
amor de seda y garra leonada,
inerme animal capturado
en incendiados bosques venatorios.
Mas en tus ojos un oscuro brillo
forestal, un latido bronco y libre
me decían que no es lo suficiente-
mente espesa la red entretejida,
como nupcial velambre o madriguera,
ni la llave de oro y la carlanca
seguros contra el odio del vencido.
Así un día te fuiste y los perros
ladraron a tu muerte entre la niebla,
entre el olvido, pájaro de lágrimas.
…Por las torres de Córdoba llovía…
Vuelves ahora en altas madrugadas
de recién lluvia, a encender los cirios,
ceremonial augusto del recuerdo,
por mi noche que alúmbrase en lo hondo
de nueva luz, oh lívidos puñales
levantados, fantasmas fulgurantes,
cartas, fotografías, siemprevivas,
volved a vuestras vainas, a los féretros
silenciosos que arrastra la corriente.
Junto a los olas yo también soy libre.
Escribes distancia
Sofía de la Vega es, por contra, una muy joven escritora. Se alumbró de su madre en 1993 en Argentina y es autora de un primer y titubeante libro, La idea es vivir cerca, pero no encima, editado por Liliputienses este 2019.
Es un primer poemario que ha debido nacer con el impulso del torrente de la primera juventud. La poeta escribe presa de un afortunado desorden, casi como se piensa, pero cuando se piensa bien.
En sus poemas habla de la soledad en la única compañía de la distancia. Son, quienes más calor de dan, personas en la lejanía, que ella se encarga de conjurar a través de las pantallas o del cable del teléfono.
La maternidad, el miedo a dios o al amor, la devoción a la madre o a la abuela, están en un libro atravesado por el ruido. Y es que la escritora entiende que el silencio de la soledad en compañía es el más grande de los estruendos.
Habrá que seguirle la pista a esta autora que presenta la valiente editoral del extremo, Liliputienses, y que es dueña de versos como estos: «A veces, no sé si mi deseo / de maternidad es real o es sólo el deseo egoísta / de sentir un amor inconmensurable».
La elegida
Hoy fui a misa con mi mamá. Los chicos
de la Facultad siempre dicen no creás
y yo les cuento que tengo miedo al diablo
y no a los ladrones. Abro la cortina del baño
aunque no me esté por bañar pero no
miro atrás cuando me bajo del colectivo.
Son las veces que elijo los nombres de quienes
me llorarían y, a veces, me sorprende, los imagino
muy feos. Cuando era chica quería vivir
una vida rápida y tener un hijo a los 14 años.
Pensaba que así viviría la mayor parte con él
y no lo dejaría solo. Todavía quiero ser madre pero
no sé si me interesa mi muerte. Me interesa
si el diablo aparece, aunque dicen que existe
solo si lo creés. Los ladrones no son nada
terroríficos si pensás en esos camisones blancos
que usaba Emily Rose en la película. Nunca
me pareció una posibilidad no rezar aunque
con los años es más difícil creer en Dios. Antes
sentía que Jesús quería que fuese su elegida.
A los 10 le dije que me asustaba y que prefería
una aparición de la virgen antes que la suya.
Por eso no me volvió a hablar.
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