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En pie de guerra

Una de las antologías más gruesas de cuantas Renacimiento incluye en su famosa colección de ‘colores’ es Algo más épico sin duda, una selección de textos de Roger Wolfe realizada y prologada por el propio autor.

Tal y como se recoge en las solapas del volumen, Algo más épico sin duda incluye 180 poemas del autor, publicados entre los años 1986, cuando apareció Diecisiete poemas, y 2014, año en el que vio la luz El amor y media vuelta como apéndice del número 2 de la revista de poesía La Galla Ciencia.

Treinta años de creación poética de este autor que bebe de la música y de la lectura de maestros a la vez que pone su propia vida como lienzo sobre el que construir poemas duros, como un gancho de izquierda en mitad de la garganta.

Más allá de la selección, lo que destaca de Algo más épico sin duda es el extenso prólogo firmado por el propio Roger, donde el autor hace un repaso por la génesis de cada uno de sus libros y trata de desentrañar no solo el momento creativo en el que se encontraba mientras escribía los poemas, sino la propia situación personal que los propiciaba en ocasiones y algunas interesantes reflexiones sobre la escritura. Una suerte de minibiografía en poco más de 50 páginas que ayuda a sumergirse de manera más profunda y delirante en el universo poético de uno de los autores más personales y genuinos de nuestro tiempo.

SIÉNTATE Y ESPERA

Volver a los inicios.
Volver a escribir algún poema
cuando algún poema venga,
y nada más.
Leer, quizás, un poco.
Pasear.
Mirar por la ventana.
Fumar.
Ensimismarse.
Volver a los inicios.
Sentarse. Sentarse
y esperar.

Quien no fue

El nombre de Oriana Fallaci es uno de los que aparecen en repetidas ocasiones en las distintas asignaturas que se estudian en la carrera de periodismo. Si de algo sirve el paso por las aulas de estas facultades —no son pocos los periodistas que coinciden en que es un tiempo más bien desaprovechado— es en ofrecer al estudiante algunas trincheras en las que indagar: Wolfe, Capote, Hunter S. Thompson, Antonio Lucas, Leila Guerriero, Delibes

Entre esos nombres, el de la italiana Oriana Fallaci destaca como el testimonio de un periodismo libre, valiente, incisivo. La periodista llegó a ser la primera corresponsal de guerra italiana y está considerada como una de las reporteras más importantes del mundo.

De todas esas columnas, reportajes y libros que dejó, quizá Carta a un niño que no llegó a nacer es el testimonio que mejor permite adentrarse en la personalidad de esta mujer fuerte. Se trata de un libro breve, casi un diario en el que la autora utiliza su propia experiencia con un embarazo no esperado (a veces deseado, en otras ocasiones no) y el aborto en el que acabó el proceso, poco más de tres meses después.

En el libro, Fallaci ofrece una reflexión sobre lo que debe suponer ser madre, piensa en voz alta a propósito de qué relación ha de tener una persona con sus vástagos, si acaso es justo alumbrar nuevas vidas en un mundo desmoronado y roto… En el fondo, la periodista utiliza su embarazo para enfrentarse a una biografía, la suya, en la que no faltan los reproches y el miedo que quizá forjaron ese carácter suyo tan personal, tan atractivo.

Carta a un niño que no llegó a nacer duele. Duele porque enfrenta a algunas de esas dudas que lo sobrevuelan siempre todo y que están en el origen y el final de las familias, del porqué de la maternidad, de la paternidad, de la propia decisión de ‘perder’ la libertad desde el momento en el que se decide crear una vida nueva.

Más mitos

Dos volúmenes más de la colección Mitos Poesía editados por Mondadori en los 90 del pasado siglo forman parte de la colección, que cada vez se va haciendo más gruesa. Se trata de 42 flores del mal, de Baudelaire, y Versos profanos, de Sor Juana Inés de la Cruz.

Estas dos breves antologías cumplen con la función de acercar al lector a grandes autores de la literatura universal. En este caso, a uno de los más populares, Baudelaire, y a una algo menos reconocida, pero cuya obra es una auténtica delicia.

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Descubrí la obra de sor Juana Inés de la Cruz hace relativamente poco tiempo. Desde entonces he buscado varios libros con sus versos, que como se recoge en la introducción del librito de Mondadori, fue rescatada del olvido el pasado siglo gracias a autores como Octavio Paz o Pedro Salinas, que la consideran una de las grandes figuras barrocas de las letras hispanoamericanas.

Versos de trinchera

Julio Martínez Mesanza es de ese tipo de poetas que exige del lector una predisposición, una intención activa por entrar en su imaginario, acogerse a sus márgenes, interiorizar su mundo épico de guerreros, caballos y torres por conquistar.

Si logras entrar, te lo ofrece todo. Ocurre con Las trincheras, un libro publicado en Renacimiento en 1996 y que cuenta con algunos poemas hermosos y el poemario al que el Premio Nacional de Poesía de 2017 más cariño tiene de entre los suyos.

Se trata de una colección de poemas amargos, desesperanzados, cubiertos de barro y grietas, en los que el poeta se atreve a afirmar: «Antes de amanecer sé que este día / también ayudará a morir al alma» o «Duerme / un corto sueño y otro corto sueño / y en sus sueños se adentra por los bosques / y por los rojos mares del combate».

EL ESTILITA

Al cabo sólo son esos los reinos
del hombre: mudas plazas que visitan
las serpientes, mosaicos con los rostros
borrados de los padres, y columnas,
muchas columnas que ya no sostienen
ningún templo, columnas alejadas
unas de otras y en medio más columnas,
partidas y tiradas por el suelo.
Y los dioses del hombre son escoria,
obscenas y castradas esculturas
en las que ve belleza el pervertido.
Pero el siervo de Dios está subiendo
a una columna aislada, la más alta,
la del enorme e inmaculado orgullo,
y sus manos están en carne viva,
y se tiñe de sanger la columna.


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