Debería estar prohibido – o quizá ser obligatorio – que los poemas derrumbaran a los hombres. La poesía, la creación lírica, por esa capacidad de rozar, de traspasar la línea entre lo abstracto y lo evidente, tiene la obligación de enfrentarse a las bases que conforman la vida de uno. Antonio Lucas ha sido capaz plasmar su personal obsesión de luchar contra el tiempo de hoy en Los desengaños, poemario ganador del XXVI Premio Fundación Loewe que ha sido publicado en Visor Poesía.
El libro, que podría ser la bandera de un pesimismo exultante, el retrato de un presente de caminos angostos en los que, pese a todo, el amor y el recuerdo de la infancia dulcifican el dolor de su intranscendencia, se convierten en una capitulación del escritor ante la perspectiva de un futuro y la inseguridad de no saber qué viene. Ya lo dice en “CRISIS”, el tercer poema del libro, “todo estaba pactado,/menos la poesía”. El poeta se rinde así a su destino, a la evidencia del dolor al que, inevitablemente, le dirige su vida.
Los desengaños, de Antonio Lucas, es quedarse desnudo ante un espejo plano, libre de esperpentos y deformidades. Clic para tuitearLos desengaños es quedarse desnudo ante un espejo plano, libre de esperpentos y deformidades. El hombre es así, un sujeto evitable e imperfecto, temeroso del futuro y cobarde de su presente. Un ser desafortunado que, en el fondo, sigue soñando con un edén en el mañana, y se espera a sí mismo, quizá dichoso, sonriendo tras la meta.
Antonio Lucas cultiva una poesía de ritmo ágil, cargada de bellas imágenes que se derraman sutilmente entre unos versos que se suceden rápidos (“Pues solo el hombre, ya lo sabes, no ha cambiado desde el/hombre” o “Prometí no traicionarme y aquí estoy./El día de mis 37./Y ya nunca se hará tarde. Y nunca tan solo como ahora,”). Pese a lo vertiginoso de la lectura, Lucas va dejando un poso certero de amargura, de delirio existencial, de presente cargado de dudas.

Quizá lo mejor es que el poeta, consciente de su pequeñez – y la de su género – pasa por los textos sin hacer ruido. Sigiloso, intenta ser en sus palabras. Otras veces, rotundo pero sin perder la desidia de sí mismo, interpela al lector, le habla directamente para explicarle aquello que siente, el miedo de un futuro que se le antoja tan inhóspito como el propio infierno: “Hacen falta muchos siglos para dar sentido a una existencia,/a su limpio mineral, a su padecimiento,/al triunfo del saqueo que es vivir,”.
Los poemas y la prosa poética se alternan en una danza ritual a lo largo del libro. La prosa se traduce en un amalgama de cartas sin destinatario en las que el escritor se pregunta por las ausencias y la falta del amor que marchó lejos: “¿Será el olvido la fábrica del mundo? ¿Fueron algún día nuestras vidas mitades del mismo reloj a la misma hora?”, pregunta a la compañera que con su marcha dejó un hueco que Lucas ha llenado con los poemas de Los desengaños. Poemas como “SUMISIÓN”, el descriptivo “PLAÇE DU FORUM” y el brillante y asesino “ANTE EL MAR” serán piezas de cabecera, si no lo son ya, para los que se cuestionan sobre qué hay más allá del límite de la vida.
En Los desengaños, Antonio Lucas ha conseguido realizar un retrato hiperrealista del hombre de hoy en su individualismo, pero también de la comunidad universal y sus enfermedades natas. Dolido del mundo, Lucas escribe a los desengaños que palpitan, huecos de vida, bien dentro de su inteligencia.
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