«Estamos hartos de festivales como el Viña, en el que todos los años vas a ver a la misma gente tocar», sentenciaban José Alfaro y Matilde García la tarde de ayer en la puerta de acceso al SOS 4.8, que celebraba su segunda jornada repleta de conciertos: «Lo bueno es que el cartel es muy variado y puedes escuchar a The Parrots, Morrissey y Lori Meyers en un fin de semana. Hay variedad y buen gusto».
La palabra diversidad protagonizó los comentarios de los que ayer se acercaron a La Fica para disfrutar de los treinta conciertos que el festival preparó para la jornada del sábado en esta octava edición. Las personas que desde primera hora de la tarde acudieron a la zona calificaban el SOS 4.8 como un lugar en el que «un roquero, un hispter y un hippie pueden disfrutar juntos» y valoraban positivamente el hecho de que «haya música tan distinta hace posible que puedas conocer grupos nuevos que te enganchen», dijo Irene Nepomucero, una joven murciana que participaba por primera vez en el evento y que también mostró que le parecía muy interesante que los grupos de música de la Región tengan un hueco para demostrar su trabajo y lucirse ante su público al lado de grandes de la música internacional.
El ‘buen rollo’ protagonizaba un ambiente en el que el objetivo de todos era divertirse, disfrutar de los conciertos y el resto de actividades y conocer gente. «Lo que ocurre en el SOS no pasa en otros sitios», comentó una joven mientras bailaba al ritmo de la música de Julio Ródenas, «aquí la gente se para y habla contigo, sin conocerte, y eso es lo mejor de todo lo que ocurre aquí este fin de semana».
Y es que, entre las más de 70.000 personas que han participado este año en el evento ha habido de todo: gente que acudía al festival por primera vez, grupos de amigos que vinieron desde Barcelona por cuarto año consecutivo e incluso alguno que «no tenía carnet de conducir en el primero y ahora tiene hasta casa propia».
Jóvenes, adultos y algún niño intercambiaron momentos en La Fica movidos por un mismo fin: su amor por la música, la fiesta y las ganas de pasarlo bien. «El SOS se parece a el metro de Londres», ponía como ejemplo María Soriano. Y es así: masas de gente de variadas características que se suben a un vagón y caminan en la misma dirección durante un corto espacio de tiempo. Después de ese lapso compartido, cada uno toma su sendero para quizás no volver a encontrarse jamás.
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