Una inquietud tensa flotaba la noche del sábado en el ambiente del SOS 4.8. La tarde y las primeras horas de la noche habían ofrecido a las miles de personas que este año pasaron por La Fica los sonidos de los esperados Mi Capitán, Dorian, Murciano Total y Lori Meyers, pero en las brillantes miradas de muchos de los ‘sosers’ todavía quedaba, pasada la media noche, una emoción patente: a la una de la madrugada, el escenario Estrella Levante sería hogar para los temas de los americanos The National. Nadie quiso perdérselo.
No les hizo falta crear expectación, el público ya venía caliente de casa y los seis trabajos discográficos que desde 2001 ha presentado la banda liderada por Matt Berninger fueron ingredientes de sobra para que el SOS al completo estallara en aplausos y gritos en cuanto los músicos se pusieron bajo las luces.
Lo que los cabeza de cartel del sábado ofrecieron en su más de una hora de concierto puede ser catalogado como un ritual religioso. El cantante, en la catarsis propia de los místicos, consiguió que el tono oscuro y pesimista de su discografía menguara la masa de público que coreaba sus temas. El concierto se convirtió en un espacio íntimo, con él gritando desgarrado las letras ante un único espectador figurado en el que fue capaz de convertir a todo el público.
Un escenario de tinieblas escondía una voz personal y cargada de intención que condujo a los fans de The Nacional a través de una geografía abrupta de sentimientos. Temas enérgicos se solaparon con interpretaciones más íntimas en las que la energía pugnaba con las lágrimas de algunos seguidores.
Como un mesías oscuro en comunicación directa con su dios, Berninger se paseó entre canciones como Terrible Love o Fake Empire, pero sobre todo entre las que integran su último disco, editado en 2013, Trouble Will Find Me, en un monólogo en el que solo se permitió volver a la realidad para esgrimir un escueto «gracias» o un «thanks so much» de vez en cuando al terminar alguna canción.
Con la cabeza entre los hombros y la melena rubia tapando su expresión, el vocalista dio al público todo lo que esperaba. Los espectadores no necesitaron grandes discursos de agradecimiento ni una interpelación directa del vocalista, que pasó una hora frente a ellos como si fuera incapaz de notar su presencia. De rodillas o casi recostado en el suelo, golpeándose con el micro en su propia cabeza, buscando incansable un lugar donde ‘esconderse’ en los momentos en los que la banda tomaba protagonismo o entre las manos, los empujones y la histeria del público cuando saltó las vallas del foso para cantar entre ellos en el último tema, Matt Berninger demostró por qué The National eran una apuesta segura para la octava edición del SOS 4.8.
Discoteca de color
Si la actuación de los americanos puso el tono profundo y reflexivo ante el público más adulto del festival, los nacionales Lori Meyers, que precedieron a The Nacional en el escenario principal del SOS, convirtieron la noche en una fiesta.
Su concierto fue una discoteca en la que un interesante juego de luces y montaje de vídeo hizo de partener perfecta para que las canciones de los encabezados por Noni hicieran de La Fica una pista de baile y risas.
Lori Meyers son viejos conocidos del festival, en el que reconocieron que «han crecido». Gustan al publico joven y adulto, y son conscientes de ello. Por eso el vocalista apeló en varias ocasiones al SOS y a los ‘sosers’ entre sus canciones e incluso variando las letras. Algo que el público agradecía coreando las innovaciones a voz en grito.
Los temas de los granadinos crearon un ambiente festivo en el que repasaron los sonidos pop de Luciérnagas y mariposas, Una señal, Tokio ya no nos quiere entre otros de los éxitos del grupo.
Con Emborracharme terminaron de rendir al público, que esperaba los temas más populares para darlo todo frente al escenario.
Muchas chicas se subieron a horcajadas de algún compañero para ver lo mejor posible cómo el vocalista de la popular banda cantaba parapetado tras la guitarra o, libre de ella, mientras recorría poderoso el escenario armado con una pequeña pandereta. Todo lo que el cantante hizo sobre el escenario fue celebrado por los fans como si de una gran conquista se tratara. Un hecho que evidencia la nómina de incondicionales que los músicos han generado en su trayectoria.
La claridad que la luna ofreció sobre la medianoche del sábado desvelaba a todo el público moviéndose al ritmo de la discoteca de color y música que construyeron Lori Meyers.
Una ‘coral’ desde Suecia
El escenario Radio 3 acogió a la nota divertida de la velada. La veintena de músicos y cantantes que componen la agrupación de pop folk I’m From Barcelona congregó a un público más pequeño, pero fiel al sonido coral de los suecos, que juega con clarinetes, acordeones, banjos y una interminable lista de instrumentos.
La mayoría de los asistentes al espectáculo conocía la trayectoria del grupo, que comenzó hacia mediados de la pasada década y que se ha materializado en cuatro álbumes. Un conocimiento que se evidenció en entrega indiscriminada, pese a que el sonido se vio invadido en ocasiones por la potencia del escenario más grande.
En el concierto de I’m From Barcelona la fiesta estuvo a ambos lados del foso. La incontable plantilla de músicos y vocalistas no precisaron de más elementos que su propia técnica y las ganas de pasarlo bien que trajeron acumuladas para dar espectáculo. Los suecos desmostaron que, a veces, más es más: la multiplicidad de voces ofreció una polifonía de tintes optimistas que invitaban a perder el control a los que los miraban desde abajo.
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