Antonio Martínez Mengual: “Las palabras sirven para generar no sólo sentimientos o emociones, sino también imágenes”

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Generosidad. Esa es la palabra. El pintor Antonio Martínez Mengual lleva colaborando con revistas literarias más de 30 años. Sus obras pictóricas, llenas de color o fruto del carboncillo o la tinta, han sido portada, han acompañado versos y los han generado. Para él artista, no se trata más que de trabajar por un proyecto común: democratizar la cultura, hacerla accesible, llenar el mundo de belleza.

Las revistas literarias unen dos de las pasiones del murciano: la pintura, que ha sido su forma de vida y expresión, y la literatura, sobre todo la poesía, alimento espiritual y necesario. En su trabajo con ellas se ha sentido libre como creador. Ha dejado parte de sí en cada colaboración, convirtiendo su obra en poesía visual. Sobre revistas y pinturas habla, ejercitando la memoria y dejándose emocionar por cada uno de esos trabajos.

– Por ser ordenados: ¿cuando llega la primera colaboración que realiza con una publicación periódica, con una revista?

– Pues yo diría que la revista Arrecife.

-¿Año, época?

-¡Uff! Pues sobre los años ochenta. Emma Pérez Coquillat, la directora, yo éramos próximos, y ella nos pidió colaboración. Tanto en la portada como en el interior. Allí se trabajaba también en dos niveles y había esas dos clases de colaboración.

El pintor rebusca en sus recuerdos con un gesto leve de nostalgia. Debieron ser años interesantes para la creación por esa comunicación fluida con las diferentes formas de expresión artística que ofrecían un espacio abierto en el que crecer y explorar.

-¿Surge de un magma común en el que todos los artistas e interesados por el Arte colaboraban?

-Sí, porque en ese momento había una cosa interesante que yo ahora echo de menos, y no por nada, sino porque quizá estoy menos informado. Me refiero a que había grupos de artistas, cierta efervescencia de creación, de búsqueda. Se aprovechaba esa inercia y es algo que echo de menos. Aunque eso no quiere decir que no exista, pero considero que socialmente sí se nota esa falta.

Si pienso en las actividades que se hacen ahora, veo que es todo muy programado y limitado. Los grupos de pintores no se llevan… No sé, son cosas que echo de menos. Pero los tiempos cambian.

-Desde el punto de vista de la creación, ¿en qué beneficia formar parte de esos grupos, de ese mundo de confluencias?

-Tienes contacto con otras personas que saben pensar, que saben leer, que saben escribir… Gente con sensibilidad y experiencia que descubre el espíritu de las cosas, de las palabras, de las imágenes. Si ahí surge la posibilidad de una colaboración hay que decir que sí, porque no somos tantos. No somos tantos. Que tú puedas hacer algo por otras personas que hacen un esfuerzo, que están trabajando por algo así… es necesario.

En el caso de Arrecife era Emma. Ella se encerraba en el taller de un amigo y ahí trabajaban codo con codo. No había digital: todo con película, ¡venga positivo, venga negativo! Se pasaban tardes enteras entre café y café, entre copa y copa.

Creo es interesante estar ahí dentro, en esos grupos.

-¿Cómo llega esa primera colaboración con una revista?

-Pues muy fácil: te pillan allí y te dicen “oye, no tendrás por ahí algo de estas características y que hable de esto que podamos usar”. Tú lo piensas, buscas y te animas a colaborar. Un trabajo colaborativo es como una orquesta. Y es el director el que tiene que tener la obra completa en la cabeza. Tiene que tener el proyecto en la cabeza para ir coordinando y ensamblando las distintas partes. Ahí está el riesgo: a veces se acierta y a veces no. Pero yo creo que en Arrecife se acertó bastante, se acertó bastante.

-¿Antes que esa primera colaboración con una revista, había trabajado con algún proyecto editorial?

-Había hecho portadas, pero esa fue la primera obra firmada, que forma parte del libro y que puedes disfrutar cuando vas pasando las páginas. Además, esa fue una gran experiencia con las tintas chinas. Mi primera exposición fue de tintas chinas, y eso siempre fue algo que tenía en la cabecita metido porque en ilustración siempre queda muy bien.

-¿Colaborar con revistas no es, de alguna manera, pintar por encargo?

-Todo lo contrario. Para mí es estimulante porque las palabras sirven para generar no sólo sentimientos o emociones, sino también imágenes. Un sustantivo y un calificativo pueden remover mucho. Leer un poema o un texto seis o siete veces y ver qué te dice, a qué te lleva es… Por centrarlo en colores, a veces lees algo y es, para ti, un verde o lo ves más gris que verde. Es un análisis de lo que has leído que se traduce en imágenes sugeridas. Ese juego a mí me gusta: buscar en las palabras, en su espíritu y sentimiento, imágenes.

Pero tampoco nunca me han pedido algo concreto, un bodegón o figuras, por ejemplo. Siempre me han dado libertad, aunque yo he tratado de ser coherente: si la revista o el libro va sobre algo concreto, pues yo he intentado dar una obra en relación.

-Después de Arrecife han venido muchas más colaboraciones.

-Sí. Las colaboraciones han ido viniendo con el tiempo. Tampoco hay tantas revistas literarias como parece, sino todo lo contrario, y yo he ido diciendo que sí a las oportunidades que se han ido presentando.

-Es usted un artista para el que el color tiene una gran importancia. ¿Cómo convive eso con las exigencias de las revistas, que muchas le pedían trabajar en blanco y negro?

(Sonríe con franqueza) A mí siempre me sale primero en blanco y negro. Al final dibujo o hago tintas como trabajo previo para cualquier proyecto. Es algo que, puedo decirlo, me sale fácil. Y esa facilidad te da seguridad para afrontar las equivocaciones sin agobios. Si no ha salido lo que querías, lo consigues de otra manera.

También te da seguridad el trabajo. Ocurre como con los actores de teatro. Un buen actor de teatro lo es porque sabe resolver cualquier problema que se le plantee: si se le olvida el texto, si se cae algo, si ocurre un problema, lo afronta con naturalidad y todos piensan que es parte de la obra. ¡Esa es la maestría! Y en el trabajo de la ilustración pasa igual. Quizá al principio solo utilizaba el pincel, pero ahora hago cosas como secar con servilletas. En realidad, cuando pintas con agua, es como sumar y restar. Te da oportunidad para retocar mientras se seca, muchos pintores utilizan pinceles finos, que dejan poca agua, para dejar un trazo más firme.

Yo no. Yo he usado tanto el color con agua como lo contrario, que es otra técnica que he explotado y me funciona muy bien.

-¿Cómo sucede exactamente?

Aquí el hombre se vuelve artista. Imagina un lienzo delante de sus manos y sus dedos, pinceles ya, comienzan a dibujar con agua y colores invisibles.

-Imagina una flor. Cojo agua, agua transparente, sin color; con el pincel, hago la flor. Después cojo el color en seco y lo mojo en el agua y ¡pluf! Se expande, se diluye y genera una imagen onírica, menos firme, que te sugiere.

Con la tinta china, también juego con trapos, servilletas… con las que voy manipulando y maniobrando. Eso es vida. Es que el blanco de detrás es otro color que usamos, y que tiene mucho que decir.

-También hay mucha generosidad en el hecho de colaborar con revistas.

-A mí nunca me han pagado por colaborar con revistas, no al menos en el sentido crematístico, pero hay mucho más: la amistad y en otras muchas cosas. Creo, además, que me costaría mucho que fuese al contrario porque entonces sí que sería como un encargo. Si me dijesen que me iban a dar 30 euros por ilustración, probablemente me bloquearía. No estoy acostumbrado. ¡No estás acostumbrado a que te paguen!

Ríe. Y no se trata de una crítica, sino de una realidad que Martínez Mengual comprende y por la que apuesta: él cree en la creación como un espacio de comunicación y crecimiento compartido).

Entiendo el que cobra porque es diseñador gráfico y quiere comer de eso, pero para mí estos trabajos son una colaboración abierta que haces si quieres. Yo colaboro con las personas que están comprometidas y hacen un esfuerzo por algo en lo que creen. Si sale bien, el resultado está cuidado y queda bonito, pues mejor.

-Es una forma de democratizar el arte pictórico.

-Sin duda. Eso y la obra gráfica han colaborado al conocimiento del trabajo del pintor. El grabado, y después la serigrafía y todo lo que es la estampación, ha abierto el campo de conocimiento de la gente. Ha permitido que gente que no ha viajado pueda, por ejemplo, ver Roma, Venecia… ¡La tauromaquia de Goya! Las personas comenzaron a interesarse por esos trabajos porque salían toreros dando saltos y volteretas. Así es.

-Se va usted nada menos que a Goya, que murió en 1828.

-Hay una carta que le manda un amigo banquero de Madrid a Goya, cuando este está ya en Burdeos a punto de morirse. En ella le dice que podría ganar algún dinero reimprimiendo los grabados de la tauromaquia. El pintor le contesta en otra carta –que hace tres o cuatro años fue comprada por el Museo del Prado- en la que le explica que no puede hacerlo porque le regaló las placas al rey. La carta termina con esta frase (se levanta, busca por su estudio y, al fin, da con un recorte que lee): “Agradézcame usted mucho estas malas letras porque ni vista, ni pulso, ni pluma ni tintero, todo me falta, y solo la voluntad me sobra”. Eso es luchar por la democracia usando un trabajo. Esta gente es la que ha abierto el mundo del arte a la gente. Luchar hasta el final por esto.

Arrecife; La Sierpe y el Laúd; Fake, que es su última colaboración hasta el momento… Antonio Martínez Mengual acumula decenas de trabajos destinados a convivir con el verso. Y es que para el pintor la poesía es una forma de vida, un instrumento para conocerse y para conocer el mundo que contempla.

-Qué colaboraciones en revistas recuerda con especial cariño.

-Todas.

-No puede o no debe decantarse con ninguna.

-No, es que me gustan todas porque todas han surgido del cariño. Ahora quizás más porque estoy más fuera del circuito y se valora que gente joven venga y te pida algo de obra. Más teniendo en cuenta la cantidad de artistas que hay ahora.

Un gallo de plumaje revuelto abre las puertas de una de las partes del número CU4TRO de La Galla Ciencia. Lo firma Antonio Martínez Mengual. El artista ilustró el volumen con trabajos en blanco y negro que nacen de las lecturas de la revista en sus paseos por la polis griega.

-Un gallo griego, que nace de la tierra que más añora, para una revista hecha en Murcia. Una buena conjunción, ¿no?

-Buenísima. Esta es una revista muy comprometida y no sé si sus editores son conscientes de que su trabajo, que va costando, está comprometido con la creación. No está vació ni se va a vaciar, sino que con el tiempo se va a ir llenando y va a ganar con la perspectiva. Por eso me gusta esta revista, porque se le ve proyecto, camino, intención.

No, no se trata de publicar cuatro de Murcia y cuatro de Espinardo, y en el siguiente número cuatro de Molina y dos de Abanilla. Eso no va a ningún lado. Hay mucha gente que, siendo buenas personas, pintando bien y trabajando bien, cuando han encontrado un ‘caminico’, ahí se han quedado. ¡Eso me da mucha rabia! Y yo lo repito continuamente; se lo digo a ellos: “No te quedes aquí, no te quedes aquí”. Es una interpretación fácil, no hay más misterio. Ahí está el punto, porque lo mismo le estás pidiendo a un chaval que se juegue la vida a esto, pero es que es la vida la materia prima que tiene que trabajar. Uno solo crece así, si se juega la vida.

-¿Y el gallo?

-Me gusta porque este gallo griego es un gallo libre. Yo lo veo muy simpático, porque no está entre hierros, obligado como una gallina a poner huevos. Este tiene la puerta abierta, y sale, entra, va, viene e investiga.

-¿Cómo construye todas las ilustraciones que forman parte del número CU4TRO?

-La imagen era muy potente. Yo con La Galla me acordé del texto de Miller (se refiere al final de El Coloso de Marusi, de Henry Miller: “¿Queréis oír a los gallos del Ática, malditos modernos?”). Yo le leía este final a los griegos incluso en castellano, y cuando conocí la revista se lo leí a los que la hacen en una de nuestras reuniones. Cada vez que lo leo me gusta más. Y cuando veo el mundo en el que vivimos me acuerdo una y otra vez de ese texto. Así que esa imagen para mí estaba clara: el gallo, el gallo imaginado, su sonido…

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