María Marín.

Cuatro poemas de María Marín

María Marín (Cieza, Murcia, 1991) publicó su primer libro de poemas en octubre de 2018. El desafortunado intento (Boria Ediciones) se convierte para el lector en la oportunidad de mirar cara a cara a la Poesía.

Tal y como refleja Rubén Castillo en su blog de reseñas literarias, «María Marín tiene belleza dentro y la deja escapar a borbotones por las rendijas de sus palabras, de ahí que El desafortunado intento (la obra lírica que le publica el sello Boria) constituya un catálogo de ventanas: unas sirven para mirar el exterior y otras el interior. Y sus páginas están llenas de amor, de tristeza, de paz, de decepciones de lucidez y de ojos recién inaugurados».

Y así es. Sus poemas, pese a solo haber entregado a los lectores un primer y breve puñado, están firmados por una persona que ha leído, que ama la palabra y la trabaja con el cuidado del artesano.

Lo expresa José Antonio Olmedo: «No forzar la inspiración obteniendo como fruto la impostura; no añadir ni embellecer de más; que importe más la verdad sobre la estética: todo esto convierte a lo incompleto, a lo no dicho, a lo asimétrico, en efectos de una encomiable y cara honestidad«.

María Marín en Colette – Letras y tragos. Foto de la librería.

Cuatro poemas de María Marín

APATHY

Who knows, who knows if you
will more forever through my bones,
forever disbelieving of the dead
flowers falling over you

Leopoldo María Panero

Eso mismo, lo de morirse
y enterrar los pies debajo
de algún árbol podrido,
y dejar que caigan las hojas,
ya secas,
y te entren los gusanos
por las orejas.
Y te coman,
y no importe.

LA FORMACIÓN DE LAS ISLAS

Quizá las islas se formaron un día
porque alguien no encontró su tierra,
y lloró tanto que las lágrimas se hicieron mar,

y él,

náufrago.

LO PEOR

Lo único que pasa es que, cuando uno muere,
se escapa del cuerpo. Caramba, si todos lo hemos
hecho miles y miles de veces. El hecho de que
no se acuerden no significa que no haya ocurrido.


J. D. Salinger

Lo peor
de que la gente se muera
es darte cuenta
de que se muere.

TROYA

Oigo los hierros de la Ilíada

José María Álvarez

Oigo voces,
ha estallado la guerra.
¿Hablarán de nosotros
cuando estemos muertos?
Hoy las guerras
no necesitan nombres
que activen las bombas.
Helena murió
y también sus gusanos.
Los caballos quedaron
para otro tiempo.
Hay tumbas donde llueve
y nunca pasa nada.
Troya ha cambiado
su nombre
y ya a nadie le importa.
Los nombres tampoco importan
ya a nadie.
Las tumbas donde llueve,
menos.
Helena,
sus gusanos,
la guerra,
las voces…
¿Hablarán de nosotros
cuando estemos muertos?


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