José Daniel Espejo ganó, con Los lagos de Norteamérica (Pre-textos, 2019), el I Premio Internacional de Poesía Juan Rejano – Puente Genil.
El jurado, compuesto por Manuel Borrás, Concha García, Guillermo Busutil, Juan de Dios García, Cecilia Quílez y Antonio Roa, calificaron Los lagos de Norteamérica así: «Sin artificios, con coraje, el autor construye un relato poético de la supervivencia, el diálogo desnudo con las exigencias del dolor y el compromiso con un amor que se hiere, que tiembla, que resiste y se crece en un enorme ejercicio de entrega y sacrificio».
José Daniel Espejo, su propio autor, explicó, en esta entrevista, que su trabajo «es un libro sobre los cuidados». Así, en Los lagos de Norteamérica se cuele la vida autor, que se enfrenta a sí mismo y reflexiona sobre su existencia -y la de los suyos- para «abrir una grieta en el yo de un cuidador y desde ahí cuestionarlo todo: la propia identidad, el lenguaje y el relato que la sociedad impone a hierro sobre el papel y la actitud ‘correctas’ de las personas que cuidan, el peso del género, el vínculo…».
José Antonio Martínez Muñoz -director del programa de Onda Regional Las personas del verbo- ha dicho del libro: «Hay que ser realmente poeta para escribir esto y que alcance esta cota, esta altitud. Hace mucho que creo en la poesía de José Daniel Espejo, pero ahora es mucha más y mayor mi atadura a su palabra. La diosa lo bendiga, que ya toca».
También Juan Marqués ha dedicado a unas palabras a Los lagos de Norteamérica: «Estoy impresionadísimo. Hacía tiempo«, junto con uno de los poemas de este libro, que cuenta con poco menos de medio centenar de poemas que conforman la biografía explícita del poeta en los últimos años.
Algunos poemas de Los lagos de Norteamérica
¿Qué piensan las mujeres que nos miran
y nunca dicen nada? Por la tarde,
a la hora de los actos y reuniones
sólo ellas quedan fuera con los niños,
fuera con ancianos, con enfermos,
sentadas junto a camas, levantadas
a la hora de las peores pesadillas.
Mujeres.
Ahora os veo
CHARO 2
A veces veo en sueños a la mujer que falta.
No habla. Se mira las sandalias. Lleva un vestido
de color azul oscuro. Cuando se lo quita
ya no está allí. Nos cubre con él
a los niños y a mí
ahora nos refugian infinitas
constelaciones desconocidas.
TANGO
La madrugada del día
de mi cuadragésimo primer
cumpleaños soñé una voz
familiar que decía la gente
como tú se muere sola
y borracha. Me di la vuelta:
me vi a mí mismo, más viejo
más mísero más sucio
más sabio y esto no es
un poema es más bien un baile
entré el y yo
agarrados
un tango.
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