Todos -casi todos- le rendimos pleitesía. Algunos con la fe sincera con la que el cristiano se acerca al altar y, humillado, traga la hostia que es cuerpo sagrado de su Dios; otros nos acordamos de él a ratos, tras gozar del calor del sexo, cuando toca celebrar (porque la vida también es celebración) o en los momentos opacos, cuando no hay mayor amigo que esa turbidez, el espesor amargo que nos salva. Es el alcohol, ese ídolo presente ante el que todos -casi todos- nos postramos.

Las capacidades de esos jugos alcohólicos son dispares: aletargan, estimulan, endulzan, violentan, alivian… Para algunos son incluso una tabla de salvación, el Dorado descubierto en el mapa. Lo es así para muchos de los grandes genios de nuestra cultura: músicos, pintores, escritores… No son pocas las biografías que huelen a un vapor poco sereno. Para bien o para mal.

Cinco de esas biografías de escritores cuya existencia está marcada por el trago son las que elige Carlos Mayoral para crear Etílicoun libro de la editorial libros.com en el que, a breves trazos impresionistas, cuenta la relación que Edgar Allan Poe, Sylvia Plath, F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway y Charles Bukowski tuvieron con el alcohol.

Etílico, de Carlos Mayoral.
Etílico, de Carlos Mayoral.

El libro, una breve colección de relatos de la biografía de esos grandes nombres de la Literatura, no pretende ser ni una apología ni una crítica al consumo excesivo, a la dependencia incapacitadora al alcohol. Mayoral, el paladín tuitero de la palabra, se sitúa fuera de la caja escénica de la biografía de esos cinco gigantes y narra, con las herramientas del ágil observador silencioso, la hecatombe de cada uno de ellos, que a la postre es la misma: llamar pronto a la muerte, devorados por su obra, la bebida y una extraña incapacidad para mantener a flote la autoestima.

De la fuerte fragilidad de Plath a la grotesca violencia de Bukoswky pasando por la vida de escaparate televisivo de Scott Fitzgerald, cada uno de los protagonistas de Etílico parecen formar parte de un coro fatídico, equilibrado, que patentiza el riesgo que supone ofrecerse al alcohol a cambio de jugar con las musas; Etílico es la unión de cinco perfiles de ídolos manchados por el barro, un descenso a la oscuridad al que se sometieron -¿Acaso no estaban predestinados?- para ser eternos.

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