Con Los días eternos, María Elena Higueruelo (Jaén, 1994) ganó el Premio Adonáis. Pero no es la primera vez que la poeta logra algo así: años atrás se hizo con el Antonio Carvajal de poesía Joven por El agua y la sed. No es suerte, es constancia y talento.
Graduada en Matemáticas y estudiante de Literaturas Comparadas en la Universidad de Granada, Higueruelo escribe pare celebrar su tiempo y dejar una postal perenne de aquello que vive, ya que el futuro, el suyo y el de su generación, es poco más que un mal sueño. Estas son sus coordenadas:
–Un epitafio.
El de Keats es precioso: “Here lies one whose name was writ in water”.
-El más grande defecto.
Me irrita mucho el fanatismo maniqueo. En cuanto a mí, diría que puedo llegar a ser bastante aguafiestas.
-El lugar donde has sido feliz.
Un lunes de invierno en una terraza de Benidorm.
-Lo que da más miedo.
Perder a los seres queridos.
-La última atrocidad.
La pandemia nos está dejando un triste catálogo.
-Qué no te da pena.
Me da pena hasta lo que no debería darme ninguna.
-Un enemigo.
El miedo a cometer errores irreversibles.
-Alguien a quien admirar.
A quienes aúnan bondad e inteligencia.
-El título de tu biografía.
La llamaría Ficciones, pero me suena que un argentino ya lo usó para una cosa.
-Último libro que cerraste a medio.
Poeta en Nueva York. No era mi momento.
-¿Pasado, presente o futuro?
Presente, que es donde existen los otros dos.
-La última voluntad.
Que me perdonen si fui injusta o defraudé a alguien querido.
-Un libro.
Poesía vertical, de Roberto Juarroz.
-Una película.
Lost in Translation, de Sofia Coppola.
-Una canción.
Landslide, de Fleetwood Mac.
-Un cuadro.
Sun in an Empty Room, de Edward Hopper.
-Una receta.
Las migas que hace mi padre.
