«Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano». Así comienza el capítulo 7 de Rayuela, el libro más reconocido –que no lo mejor­– de Julio Cortázar. Esas pocas líneas, las del capítulo 7, serán, sin ninguna duda, las más exitosas de la obra del argentino; un texto bello, de amor entregado y casi no físico, en el que la boca se sitúa como centro.

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Lo veo de vez en cuando por las redes sociales. Frases como «hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara» o «nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura», acumulan ‘megustas’ ‘meencantas’ e incluso el emoticono de algún perrillo con corazones.

Pero Rayuela es mucho más: es, sobre todo, jazz; un catálogo de intérpretes, discos y temas que uno debe escuchar, al menos, una vez en la vida, para así, dejarse sorprender. Y también Rayuela es diálogos que destronan ideas, conversaciones que disparan al centro del pensamiento crítico del lector. No es solo tocar una boca, hay mucho más que descubrir.
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Artículo publicado en LaOpinióndeMurcia en 2016.


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