Wisława Szymborska (Prowent, actual Kórnik, 2 de julio de 1923 – Cracovia, 1 de febrero de 2012) fue una poeta, ensayista y traductora polaca, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1996. “Cuando escribo siempre tengo la sensación de que alguien está detrás de mí haciendo muecas. Por eso huyo, todo lo que puedo, de las grandes palabra”, dijo, al recoger el premio de la Academia Sueca.
«Mientras estudiaba, Szymborska comenzó a publicar poemas en periódicos y revistas, en una de las cuales trabajó como secretaria e ilustradora. Publicó su primer libro en 1949, y trabajó en la revista Vida Literaria, en donde tenía una columna de crítica literaria», explica Lecturalia. Algunas de sus obras más destacadas son Paisaje con grano de arena, Lecturas no obligatorias.
La web Biografías y Vidas destaca que uno «de los rasgos de su obra es su facultad para desvelar lo insólito a través de los hechos y los fenómenos aparentemente más insignificantes y cotidianos. En realidad, su visión de la sociedad es pesimista y amarga, de modo que los individuos disponen tan sólo de la lucidez y la ironía para afrontar sus dolorosas relaciones con el medio que les determina».
Cuatro poemas de Wisława Szymborska
Las tres palabras más extrañas
Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.
Nubes
Con la descripción de las nubes
debería darme mucha prisa,
en una milésima de segundo
dejan de ser ésas y empiezan a ser otras.
Es propio de ellas
no repetirse nunca
en formas, matices, posturas y orden.
Sin la carga de ningún recuerdo
se elevan sin problemas sobre los hechos.
¡De qué van a ser testigos!,
en un segundo se disipan en todas direcciones.
En comparación con las nubes
la vida parece tener los pies sobre la tierra,
se diría que es inmutable y prácticamente eterna.
Frente a las nubes
hasta una piedra parece un hermano
en el que se puede confiar
y las nubes, nada, primas lejanas y frívolas.
Que exista la gente si quiere,
y después que se muera uno tras otro,
poco les importan a las nubes
esas cosas
tan curiosas.
Sobre toda Tu vida
y también la mía, aún incompleta,
desfilan pomposas igual que desfilaban.
No tienen la obligación de morir con nosotros.
No necesitan ser vistas para poder pasar.
Cayendo del cielo
Pasa la magia, aunque las grandes fuerzas
tal como eran, siguen siendo. En las noches más bellas
no sabes si es una estrella y otra cosa lo que cae.
No sabes si es eso lo que tiene que caer.
Y no sabes si es oportuno entretenerse en deseos.,
¿adivinar? ¿Por un malentendido estelar?
¿Cómo si constantemente nuestro siglo fuera el no-veinte?
Qué brillo te juramenta: soy una chispa, una chispa auténtica,
una chispa de la cola de un cometa,
nada salvo una chispa, que suavemente desaparece,
no soy yo la que cae en los periódicos de mañana,
es esa otra, justo a mi lado, que tiene el motor estropeado.
Elogio de la mala conciencia de uno mismo
El ratonero no tiene nada que reprocharse.
Los escrúpulos le son ajenos a la pantera negra.
No dudan de loa apropiado de sus actos las pirañas.
EL crótalo se acepta sin complejos a sí mismo.
No existe un chacal autocrítico.
El tábano, la langosta, la tenia y el caimán
viven como viven y así están satisfechos.
De cien kilos es el corazón de la orca,
pero no le pesa.
Nada más animal
que una conciencia limpia
en el tercer planeta del Sol.
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Traducciones de Abel Murcia, Gerardo Beltran y David Carrión
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