Víctor Botas.

Cuatro poemas de Víctor Botas

Víctor Botas (Oviedo, 24 de agosto de 1945- 23 de octubre de 1994) fue un escritor perteneciente a la generación poética del 77. Cultivó una poesía «de aliento clásico en la que conviven la recreación de los motivos culturales grecolatinos, la pulsación elegíaca y el impulso burlesco», tal y como recoge una pequeña semblanza del Centro Cervantes.

Pese a su corta trayectoria literaria (publicó su primer poemario con 33 años y falleció a los 49), su obra es una especie de milagro poético: «La obra poética de Botas fue creciendo desde los poemas iniciales de Las cosas que me acechan hasta Las rosas de Babilonia (1994). Según considera García Martín, son Historia (1987) y Retórica (1992) los libros que guardan sus mejores poemas. El amor, grande y loco, y la muerte, temida y presentida, son sus grandes temas, pero también la vida familiar y los arribistas».

Víctor Botas.
Víctor Botas.

Cuatro poemas de Víctor Botas

GATO

PAVOROSA inocencia la de este
que junto a mí dormita. Nada sabe
de su breve pasado y su futuro
incierto en todo, salvo en una cosa:
también él morirá. Saca las uñas,
se pasea por la casa, sigue atento
cuanto pueda moverse; y ahí termina
su actividad de augur. (Tiene la panza
repleta y no le pide correr riesgos
para poder vivir). De tarde en tarde,
cuando se pone algo melancólico,
traza curiosos signos que no siempre
consigue descifrar. Entonces, pobre,
para animarle un poco, ronroneo.

ANÓNIMA

NI muy feliz, ni triste. Como tantas,
parecerá insensible a cuanto pueda
ocurrir a su lado. Cada día
andará iguales calles y las mismas
sombras la mirarán pasar. No habrá ninguno
capaz de distinguirla de las otras,
así, a primera vista. Cada día
se va muriendo un poco (no comulga
con esa triste rueda de molino
de la moderna mística; el trabajo,
rutinario y vulgar —bien lo comprende—
la embrutece y anula). Y qué remedio
queda. Y qué remedio.
Pero yo sé que guarda
intacta esa frescura y delicada
del corazón ardiente y una innata,
joven curiosidad. Estará sola,
como solos están los que, de un modo
u otro, son acaso diferentes.
Y no sospechará que hubo una tarde
en la que fue dictándome un poema.

IMPOSIBLE

SERÍA
muchísimo mejor que no fumara
tanto,
me dicen
ceñudos los doctores.
Imposible
seguir tan buen consejo:
este humo
que vuela entre mis dedos (no comprenden
nada) es la
contestación de un conformista,
la sola valentía que aún me queda.

CEMENTERIO

TAMBIÉN aquí, mi amor,
querré yo acariciarte y temblará
mi mano inexistente,
tratando de palpar la curva de unos pechos
que no estarán (preveo)
más que en estas palabras.

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