José Emilio Pacheco Berny (Ciudad de México 30 de junio de 1939, 26 de enero de 2014) fue un poeta y narrador mexicano que también publicó cuento, novela, crónica, ensayo, crítica literaria y traducción. Recibió el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Premio Alfonso Reyes, del El Colegio de México.
Tal y como apuntan Ruiza, Fernández y Tamaro, en su obra existe una clara influencia «de poetas latinoamericanos y españoles como Xavier Villaurrutia, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Luis Cernuda, Pedro Salinas y Jorge Guillén, si bien la poesía de José Emilio Pacheco se caracteriza ante todo por una depuración extrema».
En su biografía, los autores destacan que «sus versos carecen de ornamentos inútiles y están escritos con un lenguaje cotidiano que los hace engañosamente sencillos. La conciencia de lo efímero es uno de sus temas centrales, pero su poesía es a menudo irónica, llena de notas de humor negro y parodia, y muestra una continua experimentación en el plano formal. Para Pacheco, el poeta es el crítico de su tiempo y un metafísico preocupado por el sentido de la historia. Cree en el carácter popular de la escritura, que carece de autor específico y pertenece a todos«.
Alberto López apunta que «temas como la pérdida y singularidad de la niñez, así como las relaciones afectivas son recurrentes en su obra, aspectos todos ellos que siempre envuelven su preocupación y denuncia social e histórica sobre su país, México».
Cuatro poemas de José Emilio Pacheco
Alta traición
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.
Un poeta novohispano
Como se ahogaba en su país y era imposible
decir una palabra sin riesgo
Como su vida misma estaba en manos
de una sospecha una delación un proceso
el poeta
llenó el idioma de una flora salvaje
Proliferaron
estalactitas de Bizancio en sus versos
Acaso fue rebelde acaso comprendió
la ignominia de lo que estaba viviendo
El criollo resentido y cortés al acecho
del momento en que se adueñaría de la patria ocupada
por hombres como sus padres en consecuencia
más ajenos más extranjeros más invasores todavía
Acaso le dolió tener que escribir públicamente tan sólo
panegíricos versos cortesanos
Sus poemas verdaderos en los que está su voz
los sonetos
que alcanzan la maestría del nuevo arte
a la sombra de Góngora es verdad
pero con algo en ellos que no es enteramente español
los sembró noche a noche en la ceniza
Han pasado los siglos y alimentan
una ciega sección de manuscritos
Presencia
¿Qué va a quedar de mí cuando me muera
sino esta llave ilesa de agonía,
estas pocas palabras con que el día,
dejó cenizas de su sombra fiera?
¿Qué va a quedar de mí cuando me hiera
esa daga final? Acaso mía
será la noche fúnebre y vacía
que vuelva a ser de pronto primavera.
No quedará el trabajo, ni la pena
de creer y de amar. El tiempo abierto,
semejante a los mares y al desierto,
ha de borrar de la confusa arena
todo lo que me salva o encadena.
Más si alguien vive yo estaré despierto.
Lumbre en el aire
Estallan los jardines de la pólvora
en el cielo oscurísimo y su aplomo.
Estruendo frente al mar que se encarniza
desde la eternidad contra las rocas.
A cada instante otro Big bang.
Nacen astros, cometas, aerolitos.
Todo es ala y fugacidad
en la galaxia de esta lumbre.
Mundos de luz que viven un instante.
Luego se funden y se vuelven nada.
Como esta noche en que hemos visto arder
cuerpos fugaces sobre el mar eterno.
No responses yet