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Cuatro poemas de Charles Baudelaire

Charles Baudelaire (París, 9 de abril de 1821-31 de agosto de 1867) fue un poeta, ensayista, crítico de arte y traductor francés. Reconocido como un ‘poeta maldito’, es uno de los más importantes representantes del simbolismo francés.

Su padre murió cuando él era muy joven y Baudelaire pasó a ser educado por el segundo marido de su madre, un «teniente coronel, que, a causa de su frialdad y rigidez (y del baño de respetabilidad burguesa que pretendía), se ganaría el odio de su hijastro», explican en la web biografías.es. En el año 1845 apareció su primera obra literaria, Una dama criolla y, en 1857, publicó Las flores del mal, una colección de un centenar de poemas que ha pasado a ser una de las obras más famosas de la literatura universal.

Fallece en París un 31 de agosto del año 1867, a los 46 años de edad, a causa de la sífilis y tras llevar una vida disoluta y llena de excesos, ruina y escritura.

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Cuatro poemas de Charles Baudelaire

Puesta de sol romántica

Qué hermoso el sol parece cuando fresco se eleva,
Dando los buenos días como en una explosión
-Feliz aquel que puede, por el amor transido,
Saludar al poniente, más glorioso que un sueño.

¡Lo recuerdo!… Yo he visto todo, flor, surco, fuente,
Caer bajo su mirada como un corazón vivo…
-Pronto, pronto, ya es tarde, vamos al horizonte
Para atrapar al menos algún oblicuo rayo.

Pero persigo en vano al Dios que se retira;
La irresistible Noche establece su imperio,
Negro, húmedo, funesto, roto de escalofríos;

Un olor a sepulcro en las tinieblas boga,
Y mi pie temeroso roza, junto al pantano,
Sapos inesperados y babosas heladas.

El vampiro

Tú que, como una cuchillada;
Entraste en mi dolorido corazón.
Tú que, como un repugnante tropel
De demonios, viniste loca y adornada,

Para hacer de mi espíritu humillado
Tu lecho y tu dominio.
¡Infame!, a quien estoy ligado
Como el forzado a su cadena,

Como al juego el jugador empedernido,
Como el borracho a la botella,
Como a la carroña los gusanos.
-¡Maldita, maldita seas tú!

Supliqué a la rápida espada
Que conquistara mi libertad
Y supliqué al pérfido veneno
Que sacudiera mi ruindad.

¡Ay! el veneno y la espada.
Me desdeñaron diciéndome:.
-No eres digno de que se te libere
De tu esclavitud maldita.

-¡Imbécil! -Si de su dominio
Te libraron nuestros esfuerzos,
Tus besos resucitarían
El cadáver de tu vampiro.

La belleza    

Yo soy bella, ¡oh mortales! , como un sueño de piedra.
Mi seno -donde el hombre se desangra y expira-
Mudo, infinito amor al poeta le inspira,
Coronada de rosas lo mismo que de yedra.

Campea en el azul -esfinge impenetrable-:
Bajo alburas de cisne llevo un alma de nieve;
Odio los movimientos que las líneas remueve;
Lo mismo ignoro el llanto que la risa inefable.

Los poetas, absortos frente a mis actitudes
-Que asumidas parecen de altivas magnitudes-
Consumirán sus días sondando las edades;

Que tengo para embrujo de amadores tan fieles,
-Espejos que trasmutan las guijas en joyeles-
Mis ojos, grandes ojos, de eternas claridades.

El vino de los amantes

¡Hoy el espacio es fabuloso!
Sin freno, espuelas o brida,
Partamos a lomos del vino
¡A un cielo divino y mágico!

Cual dos torturados ángeles
Por calentura implacable,
En el cristal matutino
Sigamos el espejismo.

Meciéndonos sobre el ala
De la inteligente tromba
En un delirio común,

Hermana, que nadas próxima,
Huiremos sin descanso
Al paraíso de mis sueños.

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Traducciones de Antonio Martínez Sarrión, María Fasce y Carlos López Narváez.


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