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Mira las ascuas de mis murallas

Leer Debajo de los días, de Ángel Paniagua, como quien mira las brasas de su reino. El poemario del poeta afincado en Cartagena, editado en Raspabook, se ha hecho esperar (más de 10 años de escritura y casi otros tantos de corrección), y por ello el resultado es un libro mimado desde el ritmo y la elección de cada una de las palabras hasta la disposición de los versos. Nada está dejado al azar en este Debajo de los días, y eso es algo que el lector percibe desde los primeros versos.

Esa orfebrería minuciosa se convierte en milagro de ritmo en la lectura. Esa delicada entrega torna en un sabor temático que envuelve todos y cada uno de los poemas del libro en el que las imágenes de la derrota son solo una excusa para comprender, casi ya al alba, que «pese a todo».

DE AMICITIA

Aunque siempre parezcan los amigos
recordarnos, es más anhelo nuestro
que verdad su interés hacia nosotros:
ellos viven sus vidas y en contada
ocasiones recuerdan que existimos.

Sólo viven sus vidas, no precisan
de nosotros para sentir que viven.
Y nosotros gastamos nuestro tiempo
esperando que un gesto suyo diga
que somos y que estamos junto a ellos.

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Pulsión en verso

Mejor construido en su concepto que en lo formal, La almendra y el maíz es el primer libro de poemas de María Pilar Conn. Publicado en Ediciones del Sudeste, este libro quiere ser el testimonio íntimo del forjado de un carácter que define a la propia autora.

Criada en Indiana. Sus versos cortos de largas pausas son la guerra que penetra en los ojos cuando se guerrea contra la muerte. Caza; bosques; libertad; toda la cercanía que puede generarse al ser ajeno a un sitio; la madre como motivo, origen, causa y desazón. Y, sobre todo, el humo de pólvora que convierte la mirada en una maldición.

Un primer poemario que muestra la pulsión artística de esta narradora e ilustradora, sus titubeos, los pasos en falso que, como en la vida, desvelan una verdad profunda, bruta, necesaria.

EL VASO DE AGUA

Te escribí una canción y las notas cayeron en mi vaso de
agua.
Me lo bebí.
Al entrar las notas en mí se juntaron con mis células.
Las notas convertidas en sudor se evaporaron posándose en
las alas de un halcón.
Halcón que voló hacia otro continente, tarareando mi
melodía.
Y pasando por la sabana, las gotas convertidas en aire
cayeron de sus alas para posarse con suavidad en los ojos
de un león.
Y el león lloró al oír mi canción.
Sus lágrimas mojaron la tierra y tan fértiles fueron mis notas
que un árbol creció, sus ramas extendiéndose hacia el
infinito.
Y así llevaron mi melodía a las estrellas, en su inmensidad
plateada, para poder cantar mi triste canción de
despedida.
Despedida, mientras bebía un vaso de agua, pensando en ti.


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