La intuición de un lobo tras la espesura lo detona todo: la contemplación, el amor por la naturaleza, la soberbia bien entendida de quien conoce lo que agoniza… y la escritura. El lobo ibérico está, con seguridad, en el origen de la escritura de Abraham Prieto. Porque, como el animal, su literatura es escurridiza y misteriosa y, a la vez, tan rotunda como la presencia del cánido… cuando aparece.

Escuchando el silencio (Scribo, 2015) es la primera obra que el naturalista ha publicado. El volumen, que acumula toda la herencia de la literatura de viajes decimonónica, acumula casi medio centenar de relatos que, desde la lírica hasta la denuncia social más vigorosa, recogen algunos de los encuentros que el autor tiene con los parajes naturales más impresionantes del país. A veces en busca del lobo; otras, solamente para disfrutar de una magia extraña: la de pisar suelos que nadie ha pisado desde hace años.

Aun con las vacilaciones propias de una primera obra, Escuchando el silencio muestra el perfil de un escritor que ha leído, observa y oye todo a su alrededor para contarlo a través de una prosa mutable. Tan pronto es frágil como asume la fuerza de un torrente, del mismo modo que la naturaleza que dibuja.

Un espacio, por cierto, que está alejado de espacios comunes, turismos y rutas que pueda seguir el lector. Prieto no pretende dar a conocer un mundo físico, sino el escenario interior que ha construido a lo largo de toda una vida de interés por un espacio que hoy ya es casi mítico: la naturaleza real.

No es Escuchando el silencio un ensayo contra el turismo rural, aunque a veces el naturalista tome las armas contra quienes, por amarlo mal, lo destrozan todo; tampoco una guía de viajes por el interior de España; no quiere Abraham enseñar nada —pese a que su escritura, transparente, lo muestra todo—: es tan solo una historia de amor. Y como tal hay que leerla.

Historia de la belleza

Hiperión, de Hölderlin, aguardaba desde hace años en la estantería de libros pendientes. ¡Y qué deliciosa hubiera sido la espera, de saberlo! La novela lírica del alemán es, más allá del difuminado argumento, todo belleza.

Otro viaje, este del interior al exterior, es lo que el poeta romántico propone en este breve libro con traducción de Jesús Munárriz para Hiperión. Con una estructura epistolar, Hölderlin reflexiona sobre su tiempo y sobre el mundo y los valores clásicos a través de la figura de Hiperión: el valor, la patria, la amistad, la filosofía y, por supuesto, el amor están en la médula de este texto, que ante todo se abre ante el lector como un espacio de significaciones infinitas, tal y como la propia poesía del escritor.

En Hiperión, a través de su propia voz el protagonista se introduce como un elemento más en la totalidad equilibrada de la naturaleza: el ser humano es un todo con ella, y el amor y las pasiones solo pueden enaltecer esta relación que no es elegida, sino impuesta por un destino divino.

Así, cuando dice: «Había capturado en mí con tanta felicidad la belleza de la naturaleza que tenía que llenar con ella las lagunas de la vida humana», escribe también: «¿Qué vale todo lo que los hombres hacen y piensan durante milenios frente a un solo momento de amor?».

Allí está el unicornio

Paisajes reales e inventados y mitos también conviven en Unicornios (Buenos Aires Poetry, 2020), el tercer —y brevísimo— poemario de Paula Díaz Altozano. En él, la madrileña escribe sobre la realidad desde una perspectiva pesimista; sobre un futuro ‘patrio’ que conecta con Silicon Valley, donde todo deja de ser original y se convierte en una vulgar mentira; a propósito de espacios reales que nunca han existido . Asume: «siento el dolor amargo de la almendra / el cuchillo que me hiere / veo una luciérnaga (otro astro) vagando en un pueblo / un cohete clavado en el ojo de la Luna / el cisne desconcertado que aletea en el polvo de los rascacielos / (…) / siento las fauces hundidas en mi carne».

A través de la figura mítica del Unicornio, Díaz Altozano se empeña en afirmar que este presente se dirige hacia un destino que no es el adecuado. Y busca la forma de romper con ello, casi como en una oración.

rezo a las multinacionales para que no me contraten
rezo a las horas para que me esperen
rezo a las quimeras para que no se cumplan
rezo a los vuelos low cost porque puedo pagarlos
rezo a Dios pero al de Spinoza
rezo a los poetas que me comprenden
y también a quienes no lo hacen
rezo al mercado para que no me expulse del todo

Como escribe Rodrigo Arriagada en la contracubierta del volumen, el panorama que observa la escritora y que convierte en poemas «ha quedado diluido en una confusa identidad, tal como los cafés de época disuelven colores, la atronadora plasticidad de los versos sintomatizan lo que se critica, inigualablemente dulces al inicio y agradablemente amargos, a fin de cuentas».


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