Escritor. Francisco Umbral lo definió como “el mejor cuentista vivo” de su generación. Jorge Cela ha vivido vinculado a la palabra escrita, a la literatura, a través de la edición, la publicación de sus propias obras y el periodismo. Superados los ochenta años, el escritor sigue ahí, respirando frases, argumentos y diálogos en forma de relatos.
Amor desmedido por la literatura. Esa es la sensación que deja conversar con Jorge Cela Trulock (Madrid, 1932). El escritor integra el ejercicio de creación literaria en su quehacer cotidiano como el que debe comer para no desfallecer de hambre. Con ochenta y dos años, Cela conoce al grupo de literatura ciezano La sierpe y el laúd y se embarca en la aventura de dar a luz Anochece, Platero, una colección de relatos donde el adverbio ‘mientras’ es protagonista absoluto. El libro, que forma parte de la colección ACANTO del colectivo literario, se presentó la pasada semana con la celebración de actos en Murcia y en Cieza en las que participó el autor.
P. En los relatos de Anochece, Platero el paso del tiempo, lo que va ocurriendo, tiene mucha importancia, ¿por qué decide centrarse en eso?
R. El paso del tiempo es muy importante, es lo que tenemos por delante, lo que viene. Por eso tenemos que fijarnos en ello.
P. ¿Por qué ese título?
R. Es una cita de Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, y es una cita que viene al pelo. Para mí, el tiempo va anocheciendo, quizá por la edad que tengo, y por eso utilizo esa palabra. Platero es porque también yo se lo digo a él, como el poeta ya hizo antes.
P. ¿Cómo surge este libro?
R. Son relatos inéditos. Surge la ocasión de publicarlos porque conozco a La sierpe y el laúd, de Cieza, que tiene una colección llamada ACANTO donde cabía este libro. Ellos me han tratado muy bien, fuimos hablando y poco a poco preparamos la edición, la publicación y las presentaciones.
P. Son unos relatos de prosa ágil, donde la frase corta y el punto y seguido tienen especial protagonismo. ¿Es algo buscado que haga con un objetivo?
R Más bien, es como va saliendo. Pomposamente me sale decir eso de “es mi estilo”, pero prefiero dejarlo ahí. Es como sale.
P. Otro de los sabores que deja Anochece, Platero es un gusto por el instante, por el detalle casi imperceptible. ¿Cree que se vive con demasiada prisa, sin prestar atención a las pequeñas cosas?
R. Es posible que se vaya con prisas, pero tenga en cuenta algo: las pequeñas cosas nos rodean continuamente y son las que nos hacen ser como somos. Hay que coger un tenedor para comer, abrir una puerta para pasar a la otra estancia… esas cosas son importantes, a mí me interesan.
P. ¿Qué le parece que pequeñas iniciativas como La sierpe y el laúd se esfuercen por publicar libros y fomentar la literatura?
R. Ellos son héroes de la cultura. Y menos mal que existen, porque las grandes editoriales se dedican a hacer caja. Y fíjese que el libro más vendido ha sido El quijote, pero eso era antes. Ahora hay otras cosas distintas. Las pequeñas editoriales tienen una libertad que no tienen las grandes, eso está claro, y son muy importantes.
P. Francisco Umbral dijo que usted era el mejor escritor de cuentos vivo de su generación, ¿está de acuerdo con esa afirmación?
R. Cuando lo escucho, la vanidad me llega hasta el fondo. La verdad es que llevo mucho camino y se podría decir que en la cola no estoy. Pero no creo que haya un mejor escritor absoluto, como no hay un futbolista por encima del resto. Siempre hay seis o siete que se reparten el puesto. Puede que esté a la cabeza, es posible. Yo hago lo que sé.
P. En contraste con esa definición de Umbral, usted ha dicho que escribir no es nada.
R. Para mí, escribir es hacer eso que de algún modo sé hacer un poco. Escribir es trabajoso. Es mejor y más fácil salir a la calle a mirar a las estrellas o a sentir el viento. Para escribir tienes que sentarte delante del ordenador o del papel y ponerte a ello, repasar, corregir… pero es lo que sé hacer.
P. Usted ha sido editor, periodista, escritor… ¿Con cuál de estas facetas se queda?
R. La vida ha sido lo que ha sido, y es mejor no mirar hacia atrás, no vaya a ser que nos pase lo que a la mujer de Lot y acabemos convertidos en estatua de sal. La literatura me ha dado pocos beneficios y la cuestión era que había que comer, así que he ido buscando los mejores caminos para hacerlo sin apartarme de la escritura.
Apuesta desinteresada por la literatura
La asociación cultural La sierpe y el laúd nace, en 1980, por la inquietud que un grupo de personas sentía por la palabra escrita. Los componentes de la asociación llevan más de treinta años esforzándose por publicar poemarios, relatos e incluso obras de teatro y artículos periodísticos de numerosos autores y contribuir, de ese modo, a enriquecer el panorama literario de la Región.
El grupo ha sido siempre fiel a la máxima de ofrecer literatura de un modo gratuito y con la vista puesta en que el lector enriquezca su intelecto y su sensibilidad con los recitales, conferencias e incluso talleres de creación literaria que el colectivo ha llevado a cabo. El libro de Jorge Cela Trulock, que se ha presentado estos días, es el número catorce de la colección ACANTO, un proyecto que La sierpe y el laúd comenzó en 2009, que consiste en la edición de libros de pequeño formato en los que la prosa y el verso se entrelazan. Autores como los colaboradores de LA OPINIÓN Paco López Mengual y Lola López Mondéjar forman parte de este proyecto, que también incluye un poemario póstumo de Josefina Soria y trabajos de José Luis Martínez Valero o de Pascual García.
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