Jaime Lorca: “Shakespeare es teatro en estado puro y brutal”

Actor y director. El chileno fue fundador de la compañía La troppa, con la que montó 7 espectáculos. Creó la compañía Viajeinmóvil el año 2005, con la que ya ha creado 8 obras con las que ha recorrido medio mundo. Ahora visita Molina de Segura con una particular puesta en escena del Otelo del dramaturgo inglés.
Lorca en un momento de la interpretación de Otelo

Lorca en un momento de la interpretación de Otelo

Jaime Lorca tiene claro que el espectador de teatro no debe olvidar que el arte de la interpretación es un ejercicio que exige de él un trabajo intelectual continuo. Considera el escenario como un espacio para el diálogo con el público, orientado a que este reflexione. Por ello, aúna sobre las tablas el catálogo de matices de un actor con la impasibilidad de unos títeres muy particulares. Una vida inventada en la que cuatro actores, que andan en equilibro entre lo vivo y lo artificial, desarrollan el texto. El próximo jueves 9 de octubre estará en el teatro Villa de Molina con su montaje Otelo a las 21.30 h. La obra participa en la 44 edición del Festival Internacional de Teatro de Molina de Segura.

 P. Se cumplen, aproximadamente, cuatrocientos años desde que Shakespeare escribiera Otelo. ¿Qué tiene la obra para que hayan decidido rescatarla?

 R. Nos acercamos a Otelo por un taller que hice en el Instituto nacional de la marioneta de Charleville-Mezieres, en Francia, para actores y marionetistas. Se trató de un trabajo intensivo de cuatro semanas, 8 horas diarias. Como no soy pedagogo, propuse hacer un montaje, que es lo que me sale más natural. Propuse Otelo porque consideré que los temas que tata son comprensibles y directos de interpretar. La obra trata las bajas pasiones, que es el estrato en que nos movemos generalmente. Después de esa experiencia, nos quedamos con ganas de continuar profundizando en la obra. La obra tiene todo lo que un actor necesita: un torbellino de emociones, objetivos importantes, juego sicológico, un texto riquísimo y pesonajes que se van complejizando a medida que avanza la historia

P. ¿Por qué es preciso reinterpretar textos clásicos como los de Shakespeare? ¿Considera que obras como Otelo pueden ser mejoradas con una puesta en escena contemporánea?

R. Shakespeare es teatro en estado puro y brutal. Todo está puesto en sus obras para acelerar y aumentar la presión, es como una caldera que se va recargando. Nuestro objetivo no es mejorar, ni cambiar la obra, ni hacer nuevas lecturas. Sólo queremos plasmar la complejidad de la obra en el escenario. Creo que a veces, por buscar nuevas lecturas, los teatreros nos saltamos el proceso imprescindible del estudio de la obra. No pretendemos ser mejores que Shakespeare.

P. En su montaje los actores conviven con los títeres y otros objetos. ¿Qué aporta esta confluencia de elementos al público? 

R. Las marionetas hacen lo que a los actores nos resulta complicado de hacer y hacer creer, eso es muy evidente en las escenas de sexo o las de violencia física. Por otra parte, cuando uno instala una marioneta en escena, de inmediato se produce una complicidad. Es como si el público dijera “Ok, no veremos los hilos”. Como la marioneta es un objeto muerto, el público sabe que tiene que estar en un rol activo, tratando de unir movimientos para leer a través de ellos lo que a la marioneta le pasa, lo que piensa, hacia dónde quiere ir.

P. ¿Cómo es, para el actor, esta comunicación con elementos inanimados? ¿Se transmiten emociones a través de los ojos huecos de unos maniquís?

El actor y director visita Molina de Segura

El actor y director visita Molina de Segura

R. Por supuesto que se transmiten emociones y, además, estas emociones las completa el público porque lo que está viendo no es a un ser humano, es una metáfora. Y para el actor, interactuar con marionetas es un ejercicio muy estimulante. Hay un ejercicio clave en la especialidad y es cuando el marionetista hace girar la marioneta hacia él y la marioneta lo descubre. Ahí se abre una puerta de liberación creativa muy profunda y misteriosa.

P. Hablan las crónicas chilenas de una cohesión absoluta en el montaje. Llegan a escribir sobre la perfecta relación entre lo vivo y lo artificial, ¿Es una forma absolutamente novedosa de hacer teatro? ¿Hasta dónde se puede llegar en la relación actor-marioneta? 

R. Lo que hacemos no es novedoso, es una suma de robos a distintos maestros a lo que nosotros hemos sumado una técnica de animación que venimos trabajando hace años. No se dónde se puede llegar, pero creo que un camino interesante es la articulación de partes, dejando espacios vacíos que son los que el espectador se encarga de llenar, es decir, llevar al público hacia una posición activa. Lo nuestro es lo mas distinto que hay al cine dónde se comen palomitas de maíz. La idea es tener al público atento y trabajando en completar las imágenes.

P. La obra se gestó, de algún modo, para reflejar la realidad de la violencia machista en Chile, ¿observa una diferencia en el rol de hombre entre Chile y otros países y cultura? ¿Cómo está ese tema en su país?

R. En Chile hay un femicidio a la semana y la violencia de género está muy arraigada en las distintas clases sociales. No es muy diferente en Brasil, Perú, o México. Creo que en España el tema no es menor. Nuesto objetivo es, como decía Calderón de la Barca, ser espejo de virtudes y defectos.

P. También el gusto del público latino es diferente al español, ¿teme que una apuesta como la suya no sea bien acogida por los espectadores?

R. Ese es el temor que tenemos siempre antes de salir a escena. Nosotros nos preparamos y concentramos para hacer un regalo. Creo que en la medida que el teatro trata temas importantes que nos tocan transversalmente a todos, recupera su sentido primero, ahora… el temor siempre existe, pero sirve de tónico.

P. Han dicho que la utilización de muñecos sirve para distanciar al público y hacer soportables escenas como un estrangulamiento, ¿todavía son tabú esas situaciones en la sociedad? ¿Qué pretende al mostrar esa realidad sobre las tablas del teatro?

R. No es que sean un tabú, lo que pasa es que la realidad a veces es insoportable. Me acuerdo del personaje de Pitchum, que tenía montada toda una empresa de mendicidad en la Opera de 3 centavos, de Brecht. Un día llega un lisiado real con un brazo menos, le muestra su muñón y le dice que está listo para trabajar. Pitchum, en una clase magistral, le contesta que eso es impúdico, que nadie le dará limosna, que la gente cruzará de acera para evitarlo porque no estamos preparados para soportar la realidad y por eso necesita un muñón falso para poder provocar lástima. Nosotros intentamos, un poco como el señor Pitchum, que el público pueda sentir morbo sin culpa.

P. ¿Podría definir, en una palabra, lo que quiere que los espectadores al ver su Otelo?

R. Catarsis

P. Su compañía viaja por todo el mundo, algo que se podría considerar un éxito en estos tiempos, ¿no?

R. Somos privilegiados por hacer lo que nos gusta, y nos hemos roto la espalda para conseguirlo. Hacer teatro en Chile no es fácil, vivir del teatro tampoco, pero hemos sido porfiados y cuando no nos resultan las cosas lo tomamos para la risa y partimos nuevamente con otro proyecto.

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