Artista plástica y escritora. La madrileña afincada en Murcia ha dedicado toda su vida a la pintura. Ahora, Chelete Monereo se atreve a navegar por las aguas de la literatura y plasmar con palabras lo que habita en su mente. La pintora ha expuesto su obra pictórica en sedes como el Palacio Almudí o en el Ateneo de Madrid.
La artista plástica Chelete Monereo ha explorado lenguajes lejanos a la pintura para comunicar lo que las musas, dice, ponen en su interior. La pintora ha cambiado los pinceles y los óleos por el papel y el lápiz y ha compuesto las narraciones y los diálogos que cuentan la historia de una joven que busca lo que no tiene en su vida. La herencia de Clara es el título de la primera novela de Chelete Monereo, que verá la luz el próximo miércoles 3 a las 19.45 horas en la Casa Díaz Cassou.
P. ¿Qué quería contar en esta novela?
R. Es una historia que, desde varios puntos de vista, habla de segundas oportunidades, de aterrizar a mitad de la vida y encontrarse. La herencia de Clara es la historia de una mujer joven que da a su vida un giro de 180 grados.
P. ¿Por qué escribir una novela?
R. Nunca pensé escribirla, pero las musas son caprichosas. El libro se ha ido haciendo igual que se forja un cuadro. El proceso es el mismo. Aparece la idea en la cabeza y poco a poco se va haciendo. He escrito esta historia sin creérmelo mucho, sin saber dónde iba a llegar, y ahora tengo el libro aquí, en la mano.
P. Usted ha coqueteado con la literatura anteriormente, pero este es su primer gran trabajo.
R. Sí. Antes había hecho una pieza teatral llamada Diálogos del inframundo. Ese trabajo es precisamente el final de mi novela. Se podría decir que empecé a escribir La herencia de Clara por el final.
P. ¿Qué importancia tienen para usted las segundas oportunidades?
R. Yo no he querido hacer una novela siguiendo una idea previa. Comencé con esa historia de una chica joven, que es economista y que busca una vida más espiritual y relajada. A este personaje se fueron sumando otros y, de repente, me di cuenta de que la novela habla mucho de esas segundas oportunidades. ¡Hay hasta un gato que busca una vida mejor! (ríe)
P. ¿Es difícil encontrar momentos para la espiritualidad y la reflexión hoy?
R. Hay una frase en el libro que dice que lo cotidiano narcotiza. El día a día deja cubiertas las necesidades básicas, pero no permite una vida interior. Una ruptura con esa rutina, que nos lleva a lo que muchos llaman “la depre”, nos abre la puerta, nos da la ocasión para salir de la vía rápida y replantearnos el trabajo, nuestras relaciones, nuestra vida…cualquier cosa.
P. Tras La herencia de Clara, ¿se plantea seguir escribiendo?
R. Ya estoy escribiendo otra novela, pero no puedo saber en qué va a terminar. Soy nueva en este mundo y tengo que ir viendo cómo se desarrolla todo paso a paso. Creo que lo que estoy tratando de hacer es recoger todos los hilos sueltos que quedaron en la primera novela. Escribir es distinto a hacer un cuadro. En la pintura, el cuadro se va cuajando en el pensamiento. La novela sucede en el segundo en el que la estás escribiendo, estás a merced de las musas y hay que tener paciencia.
P. ¿Qué diferencias encuentra a la hora de enfrentarse a la pintura y a la literatura?
R. En la pintura todo está presente: el ejercicio mental, espiritual y físico están en el mismo plano y el artista lo ve todo en la misma capa. La obra entera está en la cabeza y en el lienzo y el pintor puede verla y pensarla en su totalidad. Sin embargo, el escritor se centra solo en el trocito de frase que tiene delante. Si pierde el hilo o se enfría su inspiración, tiene que volver atrás y contextualizar lo que tiene delante con lo que lleva hecho. El modo de trabajar es muy distinto.
P. En usted conviven la plástica, la narrativa, la poesía, el teatro… ¿Cuál es su definición de arte?
R. No es algo fácil de decir. Yo creo que en el momento de crear, el espíritu está presente en su faceta más exquisita. Nosotros, como creadores, solo podemos absorber un poco de ese Arte con mayúsculas.
P. ¿Observa puntos comunes entre literatura y artes plásticas?
R. Sí. Yo he trabajado con las dos a la vez. Mi último trabajo pictórico se llamaba Poemas numéricos y eran diez trípticos acompañados de un poema. Allí me di cuenta, por primera vez, de lo difícil que es pulir un texto para que sea justo lo que tiene que ser. El nexo en común entre ambas artes es que el proceso de creación es el mismo: al principio hay una emoción que se transforma en un boceto. Ese boceto o idea principal es el lugar al que hay que volver cuando se pierde la ilusión o la inspiración. Es la llave para encender y dar fuerza al proceso de creación.
P. Pintura o literatura. ¿Dónde se encuentra más libre?
R. Me siento igual de libre en ambas disciplinas. Los creadores, todos, estamos a merced del día. Es verdad que en las artes plásticas, en las que ya tengo una trayectoria, sé reconocer dónde está el ritmo de creación y cuando no va a salir nada y es mejor limpiar y poner orden en el estudio. Eso me cuesta más reconocerlo en el papel, es mi primer trabajo.
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