Mentirías si dijera que todavía te recuerdo a diario. El tiempo cura las heridas y borra el dolor. Tal vez estemos condenados al olvido. Tal vez. Pero me niego a que ocurra. Porque, de algún modo, sigues ahí aunque ya no vea a ratos tu chaqueta roja en los cuerpos de otros y te confunda y espere un saludo con esa sonrisa jovial y despreocupada, con esa gracia confiada.
Admito que la ausencia ya no sangra, pero sabes que estás -y ese es mi rincón personal- en los álamos. Y siempre los veo llorar ¡qué más da que sea verano!
Gracias por esto:
Yo estoy dentro
hoy que anocheces a pleno sol
mientras canta el día primavera,
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Henos siempre aquí
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Hoy me extinguiré
a eso del último verso,
cuando ya se haya dicho la miel,
el abrazo, lo amado, el otoño.
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Hoy no me digas de ningún dios,
de nadie que me aclame más allá
de este momento en que te gozo,
que te ajardino.
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Cuando te me mueras
volveré a tus versos
y entre mis lágrimas más queridas
navegaré con Manrique sobre El Moldava
mientras me hiero con un blues
de voces etílicas y almas rotas.
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…y se extinguirá el día,
y entre los brazos
solo quedará un son de ausencias,
un son de ausencias,
un son, ausencias,
ausencias,
un son de puertas cerradas,
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Porque te debo versos
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Yo vago en la madrugada solo,
vestido de sosiego y abandono,
cruzo aceras aún con huellas de ayer inhábil
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No sé dónde estás
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Hay días como hoy
que me ataca la tristeza,
que me asalta la nostalgia
que me hiere el silencio,
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¿Por qué me niegas la palabra?
¿Cómo levanto el poema
si me falta la palabra?
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Hoy he visto llorar a los álamos,
enternecerse, abocar sus hojas
para acariciar el hombro
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Es posible que llueva,
que los versos que te debo
se me aneguen de olvido.
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