Comenzó siendo el tipo raro que cantaba con Joaquín Sabina en los vídeos más antiguos que rescataba de YouTube cuando comencé a descubrir al de Úbeda. Sin embargo, esa imagen desgarbada, cigarro en mano y viejo desde siempre, se quedó en mi retina. Algo tenía, era evidente. Pero las primeras adolescencias no entienden, aunque presuman de ello, de finas ironías como las que cultivaba Javier Krahe.

Javier Krahe.
Javier Krahe.

Ayer se fue. La mañana llegó con la noticia: Krahe ha muerto. Y el día fue llenándose de obituarios hechos a destiempo y a mala gana. El pasivo azul que miraba desde el fondo de los ojos de Krahe no estarán ya más que en sus canciones. La voz mundana ya no volverá a recitar esos versos meditados bajo el amparo de sus incombustibles músicos. No, Javier ya no seguirá observando el mundo de esa peculiar manera. Ahora, cuando más falta hacen filtros como el suyo.


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *