Cuatro poemas de William Shakespeare

Cuatro poemas de William Shakespeare.
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William Shakespeare (23 de abril de 1564 – 23 de abril de 1616) fue un dramaturgo, poeta y actor inglés. Conocido en ocasiones como el Bardo de Avon (o simplemente el Bardo), Shakespeare es considerado el escritor más importante en lengua inglesa y uno de los más célebres de la literatura universal. La fechas de su nacimiento y muerte coinciden con el día que enterraron a Miguel de Cervantes, por lo que el 23 de abril se celebra el Día del Libro.

Tal y como explican Fernández, Ruiza y Tamaro, «la publicación, en 1593, de su poema Venus y Adonis, muy bien acogido en los ambientes literarios londinenses, fue uno de sus primeros éxitos«, aunque «fue su actividad como dramaturgo lo que dio fama a Shakespeare en la época».

«Shakespeare cambia no sólo la literatura y su historia, sino la visión que el público tiene de los personaje», afirma Pilar Moreno Collado: «Cada obra de Shakespeare es un mundo, como un mundo es la forma creativa en aquella que hoy nos parece tan lejana época». Y es que pocas cosas hay como enfrentarse a los inmortales Romeo y Julieta, Hamlet, Otelo, La Tempestad o Macbeth. Son obras que forman parte del imaginario de casi cualquier persona y que están destinadas a sobrevivirnos.

Pero aunque el mayor valor literario se lo llevan las obras teatrales, la poesía de Shakespeare está también muy presente. Se trata de 154 sonetos y cuatro poemas narrativos que también despliegan todo el genio literario del Bardo.

Cuatro poemas de William Shakespeare

Soneto LXXX*

Cuando escribo de ti, cómo desmayo:
pues sé que uno mejor usa tu nombre
y en tu elogio usa todos sus recursos
y ata mi lengua, hablando de tu fama.

Pues tu valor inmenso, cual el mar,
acoge humildes velas y orgullosas;
mi osada barca, menos que la suya,
comparece obstinada ante tu piélago.

A flote me vendrá tu leve auxilio
mientras él surca la piel de tus abismos;
o, náufrago, soy un bote sin valor,
y él de arboladura jactanciosa.

Así que si él prospera yo me hundo,
lo malo es que mi ruina fue mi amor.

Soneto CXXX

Los ojos de ella junto al sol son nada,
el coral es más rojo que sus labios.
Blanca es la nieve; mas su pecho, oscuro;
si el pelo de hebras es, negras las suyas.

He visto rosas de Damasco: blancas,
y rojas, pero nunca en sus mejillas;
y en algunos perfumes hay más goce
que el aliento que emana de mi amada.

Me gusta oírla hablar, mas reconozco
que más hermoso son tiene la música.
Que jamás vi andar a una diosa, es cierto:
mi amada al caminar pisa la tierra;

y aún pienso que vale más mi amor
que aquellas a que engañan con metáforas.

Soneto XXI

No me sucede a mí lo que al poeta
que pintada beldad le mueve al verso
y dice que adorno es del firmamento
y todo lo bello a su bella imita,

y en audaces imágenes la iguala
a sol y luna y gemas de los mares,
a las flores de abril y los prodigios
que el vasto cielo encierra bajo el orbe.

Que fiel en el amor, fielmente escriba:
y así, sabed, mi amor es tan hermoso
como cualquier nacido, mas no brilla
tanto como las lámparas del cielo.

Que digan más los charlatanes vanos:
yo no pregonaré lo que no vendo.

Soneto CXLII

Amar es mi pecado, y tu virtud
el odio de mi amor pecaminoso;
mas compara tu estado con el mío:
verás que no merece tus reproches,

o no los de tus labios, que ultrajaron
rojas galas, y vínculos de amor
sellaron falsos, como fue conmigo,
y hurtaron las ganancias de otros lechos.

Bueno es que te ame, como tú a aquellos
que tus ojos cortejan, yo importuno.
Planta piedad en tu alma, y que al crecer
digna sea de que se apiaden de ella.

Si quieres obtener lo que tú escondes,
puede que con tu ejemplo te lo nieguen.

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*Traducciones de Antonio Rivero Taravillo.

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