Teresa de Jesús (Ávila, 28 de marzo de 1515 -Alba de Tormes, 4/15 de octubre de 1582) fue una monja, fundadora de la Orden de Carmelitas Descalzos, mística y escritora española. Fue beatificada en 1614, canonizada en 1622 y proclamada doctora de la Iglesia católica en 1970 durante el pontificado de Pablo VI.
«Desde muy pequeña manifestó interés por las vidas de los santos y las gestas de caballería. A los 6 años llegó a iniciar una fuga con su hermano Rodrigo para convertirse en mártir en tierra de moros, pero fue frustrada por su tío que los descubre aún a vista de las murallas», explican en la web dedicada a la obra de la santa.
No publicó nada en vida, puesto que sus textos eran cartas, poesías y anotaciones que en la mayor parte de los casos eran demandadas por sus superiores: «Escribir le supone un esfuerzo importante, lo hace, en ocasiones, ocupando la otra mano con la rueca, tal y como ella explica: «… casi hurtando el tiempo y con pena porque me estorbo de hilar y por estar en casa pobre y con hartas ocupaciones»».
Cuatro poemas de Teresa de Jesús
Vivo sin vivir en mí
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.
Esta divina prisión,
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que sólo me resta,
para ganarte perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero
que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.
¡Oh hermosura que excedéis!
¡Oh hermosura que excedéis
a todas las hermosuras!
Sin herir dolor hacéis,
y sin dolor deshacéis,
el amor de las criaturas.
Oh ñudo que así juntáis
dos cosas tan desiguales,
no sé por qué os desatáis,
Pues atado fuerza dais
a tener por bien los males.
Juntáis quien no tiene ser
con el Ser que no se acaba;
sin acabar acabáis,
sin tener que amar amáis,
engrandecéis nuestra nada.
Nada te turbe
Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene
nada le falta.
Sólo Dios basta.
Pues nos dais vestido nuevo
Pues nos dais vestido nuevo
Rey celestial,
librad de la mala gente
este sayal.
La Santa:
Hijas, pues tomáis la cruz,
tened valor,
y a Jesús, que es vuestra luz,
pedid favor.
El os será defensor
en trance tal.
Todas:
Librad de la mala gente
este sayal.
La Santa:
Inquieta este mal ganado
en oración,
el ánimo mal fundado,
en devoción.
Mas en Dios el corazón
tened igual.
Todas:
Librad de la mala gente
este sayal.
La Santa:
Pues vinisteis a morir
no desmayéis,
y de gente tan cevil
no temeréis.
Remedio en Dios hallaréis
en tanto mal.
Todas:
Pues nos dais vestido nuevo
Rey celestial,
librad de la mala gente
este sayal
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