Emily Dickinson (Massachusetts, 10 de diciembre de 1830 – Amherst, 15 de mayo de 1886) fue una poeta estadounidense considerada como una de las voces más trascendentales de la literatura del país junto con Edgar Allan Poe y Walt Whitman.
Según la web Biografías y vidas, «a los veintitrés años, Dickinson tenía conciencia de su propia vocación casi mística, y a los treinta su alejamiento del mundo era ya absoluto, casi monástico. Retirada en la casa paterna, se dedicaba a las ocupaciones domésticas y garabateaba en pedazos de papel (con frecuencia ocultados en los cajones) sus apuntes y versos que, después de su muerte, se revelaron como uno de los logros poéticos más notables de la América del siglo XIX».
«Es difícil encuadrar a la Dickinson en una época o en una escuela. Toda su obra expresa un tormento sutil a través de una intensa castidad estilística, y la meditada exigüidad de los medios formales y literarios da lugar a logros reservados a artistas verdaderamente geniales que siguen conmoviendo la sensibilidad actual», explican en el portal.
Cuatro poemas de Emily Dickinson
Tan lejos de la piedad, como la queja…
Tan lejos de la piedad, como la queja –
tan frío a la palabra -como la piedra –
inconmovible a la revelación
como si mi oficio fuera de hueso –
tan lejos del tiempo -como la historia –
tan cerca de uno mismo -hoy –
como niños, a las bufandas del arco iris –
a la puesta de sol a su juego amarillo
a los párpados en el sepulcro –
¡cuán mudo yace el danzarín –
cuando las revelaciones del color se rompen –
y resplandecen -las mariposas!
Poema 128
Dame el ocaso en una copa,
enumérame los frascos de la mañana
y dime cuánto hay de rocío,
dime cuán lejos la mañana salta-
dime a qué hora duerme el tejedor
que tejió el espacio azul.
Escríbeme cuántas notas habrá
en el nuevo éxtasis del tordo
entre asombradas ramas-
cuántos caminos recorre la tortuga-
cuántas copas la abeja comparte,
disoluta del rocío.
También, ¿quién puso la base del arco iris,
también, quién guía las esferas dóciles
por juncos de azul flexible?
¿Qué dedos atan las estalactitas-
quién cuenta la plata de la noche
para saber si nadie está en deuda?
¿Quién edificó esta casita albana
y cerró herméticamente las ventanas
que mi espíritu no puede ver?
¿Quién me dejará salir un día de gala
con implementos de vuelo,
fugaz pomposidad?
Estatura
Poder discrecional tuve en mi mano
y con denuedo contra el mundo fui;
dos veces temeraria lo he afrontado
tan sólo con la honda de David.
Aunque la piedra le arrojé segura
fui sólo yo la que me desplomé :
¿de Goliat fue muy grande la estatura
o quizá fue mayor mi pequeñez?
Embriaguez
En jarros tallados en nácar
apuro un licor ignorado…
Tal vez ni del Rhin en las cavas
pudiera mi sed encontrarlo.
Con una embriaguez de rocío,
borracha de incógnitos hálitos,
tabernas de azul diluido
recorro en perpetuos veranos.
Cuando las abejas
y las mariposas,
agobiadas, ebrias,
vuelen de las pomas,
aún libaré yo mi vaso
de extraño licor…
Hasta que los ángeles
me agiten su níveo penacho,
y a los ventanales
celestes se asomen los santos
para contemplarme
borracha de azul y de sol.
*Traducciones de Silvina Ocampo y Carlos López
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