Sartre lo dijo: “El hombre está condenado a ser libre”. Y pareciera que María Bláquez ha convertido en dogma la sentencia del filósofo francés. La autora extremeña entra en el mundo de la poesía con paso firme, y lo hace junto al grupo de literatura La Sierpe y el Laúd, que le ha ofrecido las mejores losas de las que dispone: las páginas de la colección Acanto, que con este libro que hoy presentamos acumula ya 16 números.
Sinceridad, reflexión, templanza, cordura y locura, aspiraciones y deseos de futuro. Esos son los mimbres con los que María Bláquez ha compuesto Plan de fuga, su primer libro de poesía, que tras una aventura de más de un año se ha convertido en realidad en el formato con el que este colectivo literario lleva trabajando desde que en 2009 publicara Last Autumn’s Dream, de Manolo Dato.
Elige la metáfora evidente de una cárcel para situarse, como autora pero, sobre todo, como mujer en el mismo centro de su patio y en la más húmeda y oscura de las celdas. Clic para tuitearLa primera lectura de Plan de fuga nos lleva, de nuevo, a Sartre: “No somos libres de dejar de ser libres”. Ciertamente, María Blázquez debe llevar inscritas estas palabras, o algunas similares, a fuego en el espacio inmediatamente inferior a la piel. En este libro, de apenas sesenta páginas, la poeta nos coge de la mano y nos guía por todos los espacios de una prisión, su prisión. Elige la metáfora evidente de una cárcel para situarse, como autora pero, sobre todo, como mujer en el mismo centro de su patio y en la más húmeda y oscura de las celdas. Y desde allí inicia un viaje más mental que físico que la lleva al momento de la condena, en el que se enfrenta rebelde a su situación actual; a asumir que cada uno debe saldar sus cuentas en soledad y, por último, a rozar la libertad con la punta de las yemas de sus dedos.

Con Plan de fuga La Sierpe y el Laúd vuelve a albergar entre las páginas de Acanto a una mujer. Suman ya tres –Josefina Soria, Lola López Mondéjar y, ahora, María Blázquez-, que aportan, cada una de ellas, una voz distinta. Si con Soria hay una mirada atrás y con López Mondéjar una escritura inmersa en el mundo, capaz de contemplar las manchas en el lienzo blanco, con María Blázquez llega la voz interior, la mirada paciente, la mujer consciente de su destino, pero conocedora también de sus propias debilidades. Ella nos muestra su dolor, su incomprensión por estar presa pese a saber que, una vez más, “nuestra condena es ser libres”. Porque todo el libro se convierte en una ascensión hasta ese momento culmen que, sin embargo, no llega a producirse: la libertad. Está allí, casi la tiene, puede imaginarse en ella dentro de muy poco, pero no nos regala la posibilidad de conocerla en esa plenitud, sino que nos ofrece la miseria que, en sus distintos estadios, ha pasado para poder tenerla pronto. ¿No es eso acaso el hombre? Un ser consciente de que su último destino es la libertad, pero constreñido por una sociedad que acapara su tiempo con compromisos y obligaciones. En ellas también está María, pero con su mirada firme puesta al frente.
Es este número 16 de Acanto un libro complejo, construido para leerlo de una, como una novela con su planteamiento, nudo y desenlace. El lector comprenderá, así y solo así, la verdadera realidad de este Plan de fuga, que al cabo no es más que la propia espera. Una lectura liviana, un poema suelto aquí o allá, no alcanzan a abarcar todo el significado de este poemario, que es una estructura viva en la que todos los poemas, como engranajes, contribuyen a un movimiento final: el del anhelo de libertad.
Gracias, María, por conmutar por nosotros nuestra pena.