Francisco Vicente Conesa: “La juventud no es incompatible con la nostalgia”

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Llega puntual, nervioso y quizá un pelín agitado. Su perfil es el de un cantante de éxito –como lo es, por otro lado-, pero dentro esconde el alma de un poeta que, pese a su corta edad ya ha sido capaz de captar la hondura de lo vivido. Francisco Vicente Conesa (Cartagena, 1994) navega entre la poesía y la música, entre el verso y la partitura. Es un hombre que ama lo que hace y agradece todo lo que le está sucediendo: el pasado año acabó con su primer libro (El mundo sin usted, Balduque, 2015) y su primer disco Deference and Wonder (2015) en la calle.

Sobre poesía habla con seguridad, pero sin perder la perspectiva de lo que le queda por leer, por aprender. Ha bebido de los mejores poetas españoles del siglo XX y cuenta con referencias claras. En El mundo sin usted se despoja del misterio, del lenguaje críptico y habla casi desnudo sobre su pasado. Una biografía en verso.

-¿Cuándo siente conciencia de que lo que hace es poesía?

-El objeto de creación surge a partir del objeto de lectura. Descubrí la poesía con 16 años leyendo a gente del 25, a Miguel Hernández, por recomendaciones de una profesora, Ramona Sánchez, de mi colegio San Vicente de Paul.

-Un inicio similar al de muchos otros.

-Sí, como todos. A partir de ahí, intenté emular a la gente que yo admiraba. Creo que todo el mundo comienza así. Yo sentía una admiración enorme por Vicente Aleixandre y por Rafael Alberti, así que supongo que mis primeros esbozos en la poesía no eran más que un intento de emular lo que ellos hacían porque me sonaba bien y porque era una forma de canalizar las cosas que tenía que decir con un marco estético que ellos me brindaban en sus lecturas. Ahí están mis primeros poemas.

-¿Por qué Aleixandre y Alberti? ¿Qué encuentra en ellos para tratar de seguir la estela de su obra?

-Supongo que, sencillamente, una voz que podía encajar mejor con mi forma de entender la sentimentalidad. Y, por eso, me influenciaron más que otros como Federico García Lorca. Aunque las de Miguel Hernández también fueron lecturas intensas, me llegó más Vicente Aleixandre que cualquier otro, y los Ángeles de Alberti.

-¿Por qué?

-Porque en ese momento esa voz se correspondía más… (se interrumpe) Creía que entendía su mundo interior con más facilidad.

-¿Qué autores se convierten en imprescindibles para usted más allá de Alberti, Aleixandre?

-Tengo un panteón de mitos más o menos claro. Creo que, de la Generación del 27 Alberti y Aleixandre son los que más me influencian. Miguel Hernández también, pero muchísimo menos. Quizá fue un puente, me introdujo, pero no un referente.

Después, en la Generación de los 50 mis dos lecturas más disfrutadas y visitadas son Gil de Biedma y Ángel González. De hecho, Ángel González me parece una de las voces más importantes del siglo. Nadie lo duda, ¿no? También está, indudablemente, Luis García Montero, que se sitúa como un referente poético y también metapoético, porque me gusta mucho su forma de entender la poesía y el marco filosófico con el que mira el oficio.

Luego, un poeta de la tierra que es Javier Marín Ceballos. No ha tenido la repercusión que bajo mi punto de vista merece, pero ha sido uno de mis referentes: cambió mi forma de entender la estética, le dio una vuelta y me ayudó a recomprender todo lo que había leído. Me abrió la mente. Yo era muy purista hasta ese momento y, de repente, comprendí que no tenía sentido nada de lo que había pensado hasta entonces.

Francisco (llamadme “fran” por favor, dirá en un momento del encuentro), responde a las preguntas sin titubeos, casi sin pararse a pensar. Demuestra así que ha reflexionado mucho sobre la poesía y la creación. Su conversación está plagada de referencias y alusiones a libros, escritores y modos de entender el oficio.

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-¿Qué es la sentimentalidad?

-Esa lupa con la que podemos mirar el mundo que hay a nuestro alrededor. Y también la forma de entenderlo, de observarlo de plasmarlo.

El poeta nombra a Luis García Montero y el concepto de la otra sentimentalidad que al abrigo del autor de Completamente Viernes (Tusquets, 1998) y de muchos otros nace en la década de los ochenta del siglo pasado. Quizá Francisco Vicente se siente cómodo explorando ese sendero: la juventud incipiente y su propia biografía le ofrecen la materia prima suficiente para escribir desde la propia experiencia.

-¿Cómo se configura El mundo sin usted?

-No es un proyecto que surja en sí. Yo descubrí un punto de inflexión en mi lectura poética con las lecturas de Javier Marín Ceballos. Exploré el Bufes, vida mía muy intensamente y con mucho afán. También con mitomanía. Pero el devenir y las cosas que me pasaron en la vida en ese momento no me permitían tomar esa influencia de forma directa. Necesitaba, quizá, otros recursos literarios que me facilitaban el camino de lo que necesitaba expresar en ese momento.

El mundo de usted surgió casi por obligación, como imposición de la propia vida.

-¿Cómo definiría su poética?

-No tengo ni idea. Y diré más: me gusta más que los demás lo definan. No creo que una definición mía vaya a tener sentido. Al fin y al cabo, yo escribo lo que escribo y hay gente que tiene interés en leerlo y gente que no. La que sí lo tiene hace su propia interpretación. Dejo en sus manos la definición.

-El poema lo cierra el lector.

-Exacto.

-Nostalgia, mirada al pasado… ¿por qué un chico de 21 años no mira la vida con el concepto del ‘vive rápido y muere joven’ y se pierde en los recuerdos?

-Sencillamente porque me han pasado cosas que me han hecho mirar al pasado con interés. He vivido cosas con intensidad en el ámbito sentimental, familiar… Supongo que es mi forma de ser. No sé si vivo rápido o vivo lento, pero vivo desordenado y el desorden de la juventud no es incompatible con la nostalgia, aunque la impaciencia es la virtud de la juventud.

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-¿Qué encuentra en sus vivencias para ser un poeta introspectivo? ¿Por qué hablar desde uno, desde el sentido más puramente biográfico?

-Supongo que la única etiqueta que podría darle a mi poesía es esa, la de biográfica. ¿Por qué hacia dentro? Tampoco estoy seguro de que sea tan hacia adentro. El título, El mundo sin usted, creo que es muy revelador en ese sentido. Es como la forma de ver las cosas y el mundo en el sentido estricto: las plazas, las calles por las que transitaba en ese momento, o las situaciones de mi vida respecto a los ojos con los que era capaz de mirarlas en ese momento. Supongo que no es más que un ejercicio de recoger la perspectiva de la persona que era en ese momento y que no iba a tener oportunidad de ser en otro momento de mi vida.

-¿Qué va a ocurrir después de El mundo sin usted?

Ahora estoy sufriendo una búsqueda paralela a los de mi generación. Resulta interesante, pero también estoy atravesando un período de sequía importante que tendré que resolver con nuevas lecturas. Estoy intentando explorar y buscar caminos… El resumen de todo es que estoy dando bandazos ahora mismo por el mundo de la poesía (ríe).No sé qué va a pasar, y supongo que vendrá solo.

-¿Hacia dónde van esas búsquedas en las que se encuentra inmerso?

-Es difícil. No quiero que se malinterprete esto, pero hace tiempo que no me sorprenden muchas cosas. Supongo que porque no es el momento de que me sorprendan: no puedo meterme en el mundo de los poetas que estoy leyendo y no puedo absorber la esencia que es necesaria en la lectura para convertirla en parte de uno mismo. Intento experimentar, hacer cosas a las que todavía hay que darle muchas vueltas.

-Es joven, pero ¿qué ocurre si alguna vez se seca la inspiración?

-Pues que dejaré de escribir.

-¿Así? ¿Sin traumas?

-Sí. La poesía no es una obligación, es una necesidad o un placer. Ojalá no se seque, porque lo disfruto mucho. Pero si alguna vez es algo que me deja de llamar, pues dejaré de escribir. No me parece honesto escribir cuando no tengo que hacerlo.

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-Y como joven, ¿qué opinión le merece la poesía joven actual?

-Ahora mismo, la poesía joven sufre un desarraigo porque nosotros, como poetas o lectores jóvenes que estamos forjando lo que quiera que estemos forjando –si se me incluye-, tenemos como herencia un camino que se inició en Machado, que continuó Ángel González y que llevó a la nueva sentimentalidad. Pero ese camino no era el único. Esos caminos distintos han creado una divergencia en la que, creo, nos hemos perdido un poco. Ejemplo de ello es esa poesía que, influenciada no sé si por las nuevas tecnologías y la facilidad de difusión o por la forma y por el contenido está siendo Best seller en ventas. Yo no me muestro para nada de acuerdo con este tipo de poesía.

-Un fenómeno digno de estudiar, por otro lado.

-Entiendo lo que dice, pero los que defendemos el oficio y la poesía como responsabilidad de lo que viene detrás y de lo que tenemos delante, tenemos casi la obligación moral de crear una tendencia acorde a nuestros tiempos para no cometer los mismos errores ya cometidos. Tienes que conocer tu historia y, en nuestro caso, conocer el oficio: sin lectura, sin bagaje, no se puede crear nada nuevo. Al menos no canónicamente.

-Decir fenómeno no implica decir calidad.

-Pienso que ese movimiento es curioso de estudiar sociológicamente, si se quiere, pero, en mi humilde opinión, en la de un crío de 21 años que acaba de publicar un libro con Balduque, este tipo de corrientes no merecen ser estudiadas en los libros de Literatura.

Aunque he de decir que tengo mucha fe en poetas jóvenes.

-O sea, que no todo está perdido.

-No todo está perdido. Hay otros muchísimos poetas jóvenes que tienen menos repercusión y tienen mucho que decir. Yo admiro profundamente a uno, que es gran amigo mío: Pablo Velasco es un gran ejemplo de lo que estoy diciendo.

-Si los jóvenes están tan perdidos, ¿hacen falta referentes? Ese Alberti, ese Lorca, ese…

(Interrumpe) Ese Machado para los cincuenta y ese Ángel González para la Nueva Sentimentalidad. Sí. (Es firme en la afirmación. Reposa unos segundos y de nuevo se lanza –torrente inabarcable- a dejar sobre la mesa su opinión) Ahora mismo, como poeta joven tengo esas referencias.

Lo que ocurre es que la voz de los Novísimos es quizá demasiado difusa como para agarrarte a algo y que sea novedoso. Yo comparto la mitomanía con José María Álvarez y con muchos otros como Molina Voix, pero es difícil agarrar esa estética y crear un camino nuevo a partir de ella. Es un problema al que se enfrenta mi generación, aunque creo que se resolverá de manera interesante. Siempre saldrán voces.

-¿Hay demasiados poetas?

-(Duda, deja que la pregunta repose en su cabeza). No, no creo que haya demasiado de nada si la dicha es buena. El problema es cuando se malinterpreta la poesía y hay gente que cree que es poeta sin serlo. El hecho de que haya muchos poetas o muchos músicos no es un problema.

Por ejemplo, ahora en Murcia precisamente estamos viviendo un auge musical espectacular. Cada dos días salen grupazos de debajo de las piedras y no me parece que eso sea negativo para la industria de la música. Al revés. Creo que aporta y que podemos beber unos de otros. Es importante, sobre todo, que haya una conciencia de generación.

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-¿Por qué?

-Porque aparte de la organización teórica de los académicos, de los eruditos, la importancia del concepto de generación o de grupo poético versa más sobre la conciencia del tiempo que estamos viviendo y la forma de utilizar la poesía en consonancia a ese tiempo. El sentirse parte de un grupo de gente con los mismos problemas y con las mismas vivencias. Eso es importante.

La palabra Ayoho aparece en el poema Antropología de Javier Marín Ceballos. Fran lo toma, junto a Lalo y Nacho, para formar Ayoho, una banda indie que ganó la segunda edición del concurso Vodafone yuMusic Talent. Su voz interpreta temas en inglés al abrigo de las guitarras. Ahí, como frente al escritorio en el que escribe sus poemas, disfruta, cierra los ojos, siente.

-Músico y poeta… ¿Son dos perfiles distintos o es el mismo hombre haciendo dos cosas distintas?

-No es arbitrario. Son dos cosas distintas y nacen de necesidades distintas y de emociones distintas. Son formas diferentes de plantearlo. Creo que es un hombre varias cosas. Es algo tan sencillo como eso.

-¿Sabe perfectamente cuándo escribe un poema y cuándo una canción?

-Quizá no es correcto disociar la música y la poesía en mi persona, ya que ambas son parte de mí y de mi forma de ver las cosas e incluso a mí mismo. Pero, por otra parte, son dos procesos completamente diferentes e independientes.

-¿A la hora de crear, entonces, hay una predisposición a sentarse?

-Cada canción y cada poema es algo distinto, porque te exigen cosas diferentes. Hay veces que es mejor la explosión, la fluidez y que todo surja y se improvise.

Mira su libro, durante toda la entrevista encima de la mesa. Lo roza con la mano y entreabre sus páginas como en un ejercicio de recuerdo. Ahí está su vida, una autobiografía en versos.

En el caso de El mundo sin usted no ha sido así. Los poemas han tenido un ambiente de reposo en el que gestarse y son fruto de mucho trabajo de repetición y depuración. Hay frases que han necesitado adjetivos concretos.

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-¿Cómo cierra el poemario? ¿Cuándo decide que ya no lo debe tocar más?

-Ese ha sido, quizá, lo más laborioso. Si esto tiene quinientos versos, a lo mejor en esa vida escribí… no sé… ¿Tres mil? Hice cinco libros como éste (ríe).

Pero al final hay que ser honesto y sobre todo buscar consejo de gente que sabe más que tú y tiene mayor bagaje que tú. Algo muy fácil de encontrar porque, con 21 años, todo el mundo es mayor que tú y tiene algo que decirte (de nuevo carcajadas. Comienza a relajarse.)

Por ejemplo, Juan de Dios García ha sido siempre una figura de apoyo en mi desarrollo. Él me ha hablado con mucha franqueza y con mucho cariño que, al final, es lo un poeta joven necesita para gestarse: que se le lea con franqueza y cariño. Y eso me lo ha dado Juan de Dios y Ramona Sánchez Aparicio siempre que la he necesitado.

-¿Cómo se enfrenta un chico joven que publica su primera obra a la crítica?

-Yo no estaba seguro de que el libro se pudiera publicar, pero tenía curiosidad. De ahí surgió la búsqueda de consejo de José Alcaraz. Yo lo conocía porque había ido a una presentación de Edición anotada de la tristeza, lo había leído y lo admiraba. También habíamos coincidido gracias a que Juan de Dios me recomendó para una antología de poesía joven de El Diván. En esa presentación estuvimos José y yo hablando del título, que le gustó. Después le pedí consejo con respecto al poemario. Y así es como está El mundo sin usted en la librería y en Balduque.

-¿Y una vez que el libro ya está en la calle no tiene miedo de que lectores anónimos no saquen nada positivo de su trabajo?

-No me preocupa porque, al fin y al cabo, es como todo: creo que va a haber críticas buenas y críticas malas. Yo me tomo todo esto con mucha tranquilidad. Es un poemario sin pretensiones. No espero ni trascendencia ni nada por el estilo. Es tan sencillo como que tenía necesidad de decir unas cosas. Esas cosas al final las he escrito de una forma determinada y luego habrá gente que tenga interés en leer las cosas que he dicho, otras que no van a tenerlo y otras más que al principio sí lo va a tener, pero se va a decepcionar al leerlo. Pero no tengo una necesidad de gustar ni de que las críticas sean buenas. Esto es una parte de mí mismo, de mi vida y está aquí: no tiene más pretensión. Me alegraré mucho de que le guste a la gente.

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