Cantaora. Abraza la Lámpara Minera, el mayor premio del Festival del Cante de las Minas de La Unión, como quien arrulla a un hijo. La artista malagueña «ha trabajado duro» para demostrar que su voz es la de una grande del flamenco. Ahora comienza una nueva etapa.
Es generosa cuando su voz sale de lo más hondo del pecho y las entrañas, porque su cante, que es el cante de la tierra, no puede quedarse entre las cuatro ‘paredes’ de una boca. Con una larga trayectoria que no le exige demostrar nada más, la malagueña Antonia Contreras llegó al Festival del Cante de las Minas con el deseo de «conectar» con el público de La Unión. Lo logró. Y un poco más y se lleva hasta el escenario a trozos: el jurado de uno de los encuentros flamencos más importantes de España no solo le otorgó la Lámpara Minera y los 15.000 euros del primer premio, sino que la proclamó ganadora de los cantes por mineras, malagueñas y granaínas. Arte por los cuatro costados.
¿Ya es una grande del flamenco?
Ganar la Lámpara Minera es una gran satisfacción. Esto para mí es muy grande y no lo puedo expresar con palabras. Hoy –por ayer– me siento como si me hubieran dado la medalla al mérito del trabajo y la constancia.
Es una cantaora madura, ¿cómo decide presentarse al concurso de La Unión?
En mayo decidí inscribirme en el concurso tras valorar la posibilidad durante mucho tiempo. Me he resistido un poco a presentarme porque consideraba que esto lo tenía que haber hecho hace años: ya tengo una trayectoria, una edad que no son 20 años y, por lógica, se apuesta por los jóvenes que empiezan, para apoyarlos a que continúen. Pero una vez que lo decidí lo afronté con ilusión y con el deseo de hacerlo lo mejor posible y que fuera lo que tuviera que ser. No puedo negar que sentía mucha ilusión por cantar en el escenario de La Unión. Y me encontré con un público entregadísimo con el que conecté muchísimo. Me sentí muy bien y con mucho cariño. Salí especialmente emocionada de las semifinales y el día de la final fue de concentración para hacerlo lo mejor posible.
¿Pero buscaba el premio?
Una siempre va con la ilusión, pero con los pies en la tierra. Cuando una tiene una edad se debe ser realista, ser consciente de que podía traerme un premio, pero no traerme nada. Aunque para mí el premio era un escenario como el de las Minas, un frestival muy valorado nacional e internacionalmente.
No solo se ha llevado a casa la Lámpara Minera, sino que también ha sido destacada su ejecución de malagueñas, granaínas y mineras.
(Ríe) He formado un lío grande. Me han dado todos los premios y me hace ilusión llevarme para mi tierra el cante por malagueñas y el de granaínas, que me siento muy bien ejecutando. La Lámpara es el galardón más preciado y con el que soñaba. Veía las noticias todos los años este día porque al final salía el ganador. Hoy lo he visto con mi familia y amigos al mediodía y la que salía era yo… Imagínate.
¿La vida cambia tras las Minas?
Pienso que el galardón es un cambio mejor: eso espero y deseo. Llevo muchos años trabajando y, por no ser amiga de los certámenes, había circuitos o programaciones en las que no tenía cabida al no tener un nombre relevante o un premio importante. Deseo que, a partir de ahora, eso sea distinto.
¿Qué debe tener un cantaor, una cantaora, para ser un gran flamenco que esté a la altura de la Lámpara Minera?
Tiene que tener, lo primero, una gran afición, cualidades para ejecutar el cante. Y luego estudio y más estudio.
Porque el flamenco no es solo improvisación y guitarras a la puerta del cortijo.
No es así: sí que en el flamenco se puede improvisar cada vez que se canta, pero hay que estudiar y trabajar. Cuando uno se pone en el escenario debe demostrar que detrás hay trabajo, trabajo y trabajo. El público lo pide.

¿Perfecta ejecución o el poder de emocionar?
La emoción es importante porque es algo que nace muy de dentro, pero hay que estar preparado. Luego, el cantaor también debe ponerle sensibilidad, emociones. Yo pienso que sin ellas es muy dificil emocionar al público.
Y usted conectó con el público.
Uno se entrega totalmente en el escenario, sea el estilo que sea. Si se siente lo que está diciendo, el público lo capta y se emociona con uno. Hay una gran comunicación en el silencio, en el respeto, en un ole que se escapa… Con el público de La Unión lo sentí, conectamos, y fue emocionante.
Conquistó al jurado con su minera…
Conocía este cante, lo llevo en mi repertorio y lo hago alguna vez que otra. Desde hace tiempo lo conocía, pero al detalle me lo he preparado para venir al festival. Me obligué a trabajar duro para que estuviera perfecto y que se hablara de lo bien que lo había hecho, ganara o no. Hay que destacar que he tenido una ayuda primordial en la guitarra, a la que me acompañó Juan Ramón Cano . Ha sido un compañero incondicional, que también estuvo al toque en La Unión cuando Miguel Poveda ganó la Lámpara Minera.
¿Qué aporta un festival como este?
Es importantísimo lo que se hace desde La Unión. A nivel nacional e internacional tiene una difusión tanto para las voces que empiezan como para otras como la mía, que no es tan joven pero no tenía el reconocimiento que debe. Además, cantar en La Unión es un punto y aparte. Es muy emotivo, he sentido una gran comunicación con la gente incluso en las semifinales, antes de saber que sería ganadora.
¿Cómo está el mundo del flamenco, Antonia?
Pienso que está ‘complicao’. El panorama es difícil porque estamos atravesando unos años complicados: el que ocupa un lugar importante se defiende bien, pero a los que somos menos conocidos nos cuesta muchísimo salir adelante. El hecho de sacar un disco, algo importante como carta de presentación, es necesario, y si queremos tenerlo, tenemos que pagarlo de nuestro bolsillo. Nadie lo financia y es difícil. Tal vez el premio económico sea el impulso que necesitaba para ello. Sin duda ninguna, el disco es un proyecto que tengo desde hace tiempo. ¡Incluso tengo seleccionado el estudio!