Dionisia García es una escritora nacida en Fuente Álamo (Albacete) el 20 de marzo de 1929. Estudió Filología Románica en la Universidad de Murcia, ciudad donde reside desde entonces. En su trayectoria como escritora destaca su dedicación a la narrativa y, especialmente, la poesía. Anualmente la Universidad de Murcia otorga Premio de Poesía Dionisia García.
El vahó de los espejos fue su primer libro de poemas publicados y apareció en 1976, «una reflexión sobre la naturaleza de la vida misma y sobre la importancia de la palabra poética, y fueron muy bien acogidos por la crítica que los calificó de maduros», según se recoge en la biografía de RegMurcia.com
En su propia página web se explica que la obra de García se considera «nieta del 98 e hija del 27. Su trabajo en torno a la literatura es intenso desde hace 40 años. Junto a los libros, lleva a cabo diversas actividades: conferencias, lecturas, y participación en congresos y encuentros dentro y fuera de nuestro país«. Atardece despacio, publicado por Renacimiento, es una colección de sus obras completas hasta el momento.
Cuatro poemas de Dionisia García
EL ÁRBOL PARAÍSO
El árbol paraíso nos albergaba
entre el huerto y la casa.
Sus cenicientas hojas
parecían tocar la media luna,
el firmamento, tan a la mano entonces,
y vivas las estrellas
a nuestros ojos de niños pueblerinos,
acercados a la naturaleza.
Recuerdo los atardeceres
bajo el árbol y su aroma,
donde un día me anunciaron
la entrega del arca
con los vestidos de mi madre,
a quien no conocí.
AQUELLAS NOCHES
Cuando en el automóvil paso las avenidas
farolas y semáforos entrecruzan colores
evocando las fiestas pueblerinas, disfrute
de unos años que ya parecen sueños.
Aquellas noches de brillos y cinturas,
por la gracia del baile y el resplandor de los rostros,
han salido al encuentro en los días de hoy, no desdeñados,
porque vivir es siempre una alegría, un don del cielo,
al que a veces acude la desdicha,
pero también la luz convive con las sombras
y una sonrisa rompe el gesto más amargo.
INSTANTÁNEA
Del brazo de mi padre por la avenida airosa
en busca del amigo, que al fin vimos.
Era marzo con sol y se acercó un fotógrafo
dispuesto a detener aquella escena.
Nuestros abrigos largos, la sonrisa;
el gozo elemental de la existencia
marcado para siempre en blanco y negro.
Presidía la puerta de Alcalá,
con sus rosas y grises en la piedra,
rodeada de atmósfera inocente.
Han transcurrido más de treinta años
y atravieso el lugar en automóvil;
al paso, las arcadas de piedra ennegrecidas,
su insolente esplendor ajeno a la premura.
Voy a ver al amigo, anciano y solo.
Es primavera inquieta, sin fotógrafo,
y mi padre no está.
SEGURIDADES
Dices que no hay respuestas,
que no has hallado aquello que buscabas.
Difícil es hacerse a la renuncia
de seguir apostando.
Con trabajo ganamos las mínimas verdades,
y nos vamos del mundo sin conocerlo apenas.
Te invade, sin embargo, esa melancolía
que traen los años últimos, cuando ya nada asombra
y vamos de regreso con cierto desencanto.
Habrás de conformarte, y contener tu orgullo
en los muchos obstáculos que conlleva la búsqueda.
Desconfía, no cedas mientras vivas.
A veces nos sorprende un bien que no imaginas,
e invade la conciencia de belleza y respeto.
Los días se detienen si te acercas
y quieres recibir lo natural que ofrecen.
Hoy esperan los bienes de la tarde
en el alto escenario de la plaza,
que colma el imafronte y su belleza.
Guarecido en la piedra, un músico sonríe.
Venturoso poder presenciar el instante,
y disfrutar con creces el milagro.
Posible que las horas te parezcan distintas,
y ayuden a templar nuestras limitaciones,
que no han de ser por ello motivo de tristeza,
más bien digna cordura en el empeño.
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