Uno de los mejores pasos que puede dar un escritor en el proceso de edición de su novela es corregir bien su manuscrito. Pese a tener un conocimiento profundo de nuestra lengua, es normal que se cometan algunos errores tipográficos que dificultan la lectura y pueden suponer un no en la decisión de una editorial.
Resolverlos es relativamente sencillo. En primer lugar, es conveniente dejar el manuscrito descansar en el cajón un breve tiempo tras terminarlo. De esta manera, se advierten más errores al regresar a él pasado ese periodo.
Por supuesto, la ayuda de un servicio de corrección editorial es clave también: nos encargamos de revisar el manuscrito e identificar aquellos puntos en los que el autor podría mejorar su texto.
Esto hace que tengamos una lista de faltas de ortografía y errores tipográficos habituales. Como autora que acaba de terminar su obra, puedes tenerla en cuenta en esa fase de corrección tan necesaria para elevar el atractivo de tu trabajo, tanto si vas a enviarlo a editoriales o a concursos como si optas por imprimirlo de manera independiente.
Errores de puntuación
El uso del punto, la coma, los puntos suspensivos y, sobre todo, el punto y coma. Una parte importante del trabajo de corrección de manuscritos está centrada en trabajar la puntuación.
En general, eliminamos comas de expresión que separan sujetos de predicados o desvirtúan el contenido de la oración. Además, proponemos acortar enunciados largos y reducir el uso indiscriminado de puntos suspensivos.
Mejorar el ritmo de la narración es uno de los principales propósitos del corrector. Y esto no quiere decir que solo se aporte velocidad al texto: el éxito real es adaptar lo escrito a la experiencia de lectura que pretende ofrecer el autor.
Las faltas de ortografía
Procesadores de texto como word son muy útiles para reducir faltas de ortografía. No obstante, escribir en estos programas tu novela no te asegura un 100% de corrección ortográfica.
Un repaso profesional del manuscrito sacará a la luz distintas faltas de ortografía: letras fuera de sitio, palabras mal escritas e incluso el uso de algunos términos que, por su semántica, no deberían estar colocados donde están.
Con el uso de los manuales de ortografía y de la propia RAE se puede pulir completamente el texto para evitar, en lo posible, las faltas de ortografía.
La falta de cohesión en el estilo
Aunque la norma de la RAE invita a trabajar de cierta manera con las comillas, las cursivas, etc. lo cierto es que, para mí, son elementos plásticos que, bien utilizados, pueden ayudar a los escritores a contar mejor su historia.
En ese sentido, no planteo un uso único y estricto de las cursivas (solo para títulos de obras o anglicismos, por ejemplo), pero sí busco que el texto tenga cohesión en el uso por el que opta la escritora que corrijo.
Un caso práctico: no es usual utilizar la cursiva para citas textuales en estilo directo. Sin embargo, la autora de Yo ya estoy muerta las usa para la voz de un único personaje. En este caso, para mí es un uso justificado. Pero se debe mantener durante todo el texto. Ese es el trabajo que haremos en corrección en este caso.

Los diálogos
El trabajo narrativo de los diálogos es todo un reto para los narradores. De nuevo, aquí la norma obliga a trabajar bajo unos preceptos que yo prefiero flexibilizar de acuerdo con la propuesta de los autores y las autoras.
Obviamente, trabajaremos con la raya como principal herramienta para los diálogos de estilo directo. Sin embargo, esto no tiene por qué ser siempre así: algunos creadores eligen otras fórmulas más arriesgadas que están completamente justificadas con el resto de la propuesta.
Es importante que el corrector esté en sintonía con los objetivos y el universo creativo del autor para respetar, en lo posible su fórmula de trabajo con los diálogos.
En aquellos casos en los que no hay una intencionalidad clara detrás, la fórmula clásica con raya de diálogo y sangría al inicio de la intervención será la estructura más conveniente.
Estos son los errores más comunes que se advierten, casi siempre, en los manuscritos que pasan por el proceso de corrección ortotipográfica. Trabajar sobre ellos permite que el autor pula su texto todavía más, lo que facilita que las editoriales lo lean con comodidad y se interesen por el trabajo.