Todavía sin abrir, sobre la mesa, la última revista de periodismo narrativo que he encontrado: Negratinta. Ya el embalaje huele a periodismo de orfebre, a mimo en el trabajo. Quizá por falta de medios o tal vez fruto de una decisión estudiada al milímetro, los gestores de esta idea han prescindido de la tipografía exacta de un ordenador para incluir la dirección a donde debía llegar el ejemplar número 1 de la revista. Un folio cortado a mano tras perfilar el corte con la uña, hacia un lado y hacia otro, y unas señas escritas con tinta preceden a la portada.
Y ahí está, un nuevo resquicio de esperanza frente a las negras expectativas. Periodismo, parece, reposado, hecho con extrema precaución. Lenguaje moldeado, propio de un oficio y no de una profesión. Como debe ser. Una brecha más, una nueva trinchera. Un refugio.
Ahí está. Sobre la mesa. Palpita.
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